Victoria Capriles

"La huella de todas esas mujeres"

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Yo me siento como la huella de todas esas mujeres que vinieron antes de mí. Mujeres fuertes que fueron forjando lo que soy. Que a pesar de su contexto, ellas supieron utilizar los recursos que les dio la vida, así fueran pocos, para salir adelante. Por el lado de mi abuela paterna, ella solo estudió hasta el sexto grado, luego enviudó muy joven, pero sacó adelante a sus cinco hijos, y a todos los crio sin prejuicios de género; mi papá y mis tíos todos limpian, cocinan, friegan.

Mi abuela materna, por su parte, era una mujer analfabeta que desde los nueve años trabajó limpiando en casas de familias; lo que ahorita entendemos, dentro del estudio de trata de personas, como servidumbre doméstica infantil, algo que está prohibido por el Derecho Internacional. Ella, como madre soltera, llevó adelante a mi mamá, quien se graduó de Técnico Superior en Mecánica en el Instituto Universitario Tecnológico. Durante todo el primer año de su carrera de TSU mi mamá era la única mujer en el salón. Luego, en 1983 empezó a trabajar en SIDOR, en Puerto Ordaz, allí era también la única mujer dentro del área de planchones, como Inspectora Técnico

Entonces, yo tuve esos ejemplos, tanto de hombres buenos en mi vida, de hombres que no son machistas, que creen en la repartición de labores del hogar, como también de estas mujeres fuertes y de carácter. No soy un caso aislado, soy el resultado de todos ellos, y de ahí en adelante he ido trazando mi propio camino.

Actualmente, soy consultora en derechos humanos, migración y trata de personas. Estuve cinco años en un cargo directivo de un centro de derechos humanos. También tengo vida académica, durante siete años he sido profesora universitaria. A partir de mi propio recorrido de vida, me he dado cuenta de lo importante que es la educación y las políticas públicas adecuadas para lograr la movilidad social y mejorar la calidad de vida de las mujeres y niñas, para ayudarlas a salir de situaciones de vulnerabilidad y pobreza.

Esa es mi vocación, poder ayudar al otro, utilizando los privilegios que he tenido en mi vida para amplificar sus voces y que logren ser escuchados, y eso va no solo para mis estudiantes, sino también para las víctimas de violaciones de derechos humanos con las que he trabajado, para que tomen el control de sus narrativas. Por eso me fui por el área de la Educación, Derechos Humanos, Derecho Internacional y de la Sociología Jurídica porque, a diferencia del Derecho tradicional, no se ven las cosas como desde una caja negra separada el resto, sino que permite ver el Derecho como un producto de la sociedad, que no está escrito en piedra, por lo que puede cambiar, y se debe cambiar y adaptar a los tiempos.

Trabajando con este tema de las víctimas es que me voy dando cuenta de lo importante que es tener un enfoque de género, porque he ido identificando cómo a las mujeres nos afecta todo de forma diferenciada. Es por eso que poco a poco me pongo, como decimos ahora las feministas, «los lentes violetas»; y una vez que aprendes a ver las cosas con un enfoque de género, ya no puedes mirar atrás.

A partir de allí, surgió también una iniciativa, junto a un par de amigas, que se llama Encuentros Feministas, donde nos reunimos cada dos meses un panel de mujeres expertas para hablar de las cosas que nos atañen, de esta lucha que tenemos pendiente y, sobre todo, para quitarle un poco el mito, el prejuicio, a la palabra «feminista», que en Venezuela causa todavía mucho rechazo. Es un espacio para que se acerquen incluso personas que no se consideran feministas y vean que son sitios de debate seguro, de manera que puedan entender realmente cómo es todo desde el otro lado.

El valor de la dignidad humana lo llevo tatuado en mí, porque es algo que nadie nunca te puede quitar, ni un Estado, ni un funcionario, ni otra persona. Con mi trabajo he aprendido que no se trata solamente de querer transformar una realidad, sino que también es necesario un cambio estructural. Es decir, tomando por ejemplo nuestro lema de «No es no», sabemos que es importante aprender a poner límites, expresarlos y luchar por ellos, pero al mismo tiempo es necesario que el resto de la sociedad entienda que: No es no, y eso implica un cambio mucho más profundo, del sistema.

Mi mensaje para las mujeres que se sienten en estado de vulnerabilidad de sus derechos no quiero que sea de palabras vacías de empoderamiento, pero sí que sepan que no están solas, que, a pesar de todo, existen organizaciones y personas en las comunidades, en la sociedad civil, que pueden ayudarlas a salir de su situación. 

Desde la primera mujer que se le ocurrió la idea de que votar podía ser un derecho para nosotras, hasta la que se levanta día a día con esa idea de: voy a hacer lo mejor posible para que mis hijos puedan estudiar y tener un mejor futuro, yo creo que todas, sin importar lo que hacemos, ya por el simple hecho de existir y de ser mujer en estos contextos, de superar obstáculos día a día, y aun así levantarse y trabajar, ya eso va allanando el camino, poco a poco, a las demás; así es como vamos abriendo naturalmente el camino a otras mujeres.