Tatiana Giusti

"Esta vida cada uno de nosotros se la está diseñando"

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Hay gente que dice que lo que uno quiere ser cuando es pequeño es lo que realmente se identifica con tu esencia. Yo recuerdo que de chiquita soñaba con ser profesora y jugaba con mi hermana a dar clases. Después, ya de grande, en la universidad, decidí estudiar Medicina, no sé muy bien por qué, la verdad fue como una decisión abrupta. Había presentado para Medicina y Arquitectura, y en el último momento me decidí por Medicina.

Hice mi carrera con mucho gusto, me fue muy bien. Lo disfruté bastante, aunque siempre sentía que la clínica no era mi área. En el posgrado me dieron una beca académica que implicaba dar clases. Empecé con Parasitología y desde ahí comencé a enamorarme de la docencia, fue como encontrar mi lugar en la Medicina; entendí que mi lugar en el mundo era la educación en la salud.

Algo que también cambió mi vida por completo fue un rural de un año que hice en el Estado Bolívar, en una zona muy distante. Para mí, fue un antes y un después. Yo sentía que la gente, los estudiantes, los médicos, enfermeras, todos necesitaban tener esa experiencia. Entonces, desde la Parasitología intenté cautivar el corazón, el alma de los estudiantes para que quisieran acercarse a las zonas rurales y generar el impacto médico en comunidades distantes que lo necesitaran, fuera de la ciudad, pero era dificilísimo transmitirles la importancia de eso.

Con esa inquietud empecé a profundizar en la educación médica, fui poco a poco sembrando la semilla. Hoy en día estoy haciendo formación en transformación curricular para todos los profesores de la Universidad Central de Venezuela. Ahora no solo con Medicina, sino también con: Psicología, Sociología, Administración, en todas las Facultades. Ahí ocurre que los profesores comienzan a tener mucha más presencia, más conciencia de lo que hacen, empiezan a entender la importancia de su papel y que, si lo hacen con gusto y desde el disfrute, creando experiencias de aprendizajes para los estudiantes, generan mucho más impacto.

En paralelo, tengo Universo Docere, que es un emprendimiento social también para la formación de profesionales de la salud en todo lo que no hacemos en los currículos formales. Docere es la palabra latina para profesor, para docente. Entonces es como: el Universo de los Docentes. 

Por otro lado, también estoy trabajando con estudiantes de Medicina en una fundación que se llama Proyecto Mayū, con la que vamos a comunidades distantes de Venezuela y damos atención especializada de altísima calidad humana y profesional. Empezamos con seis estudiantes y ahora realizamos concursos para elegir veinte estudiantes de hasta cien que aplican todos los años. Tenemos un equipo que anda por su cuenta. Ya mi labor es solo de monitoreo, ellos están haciendo un trabajo increíble.

 

Creo que la posibilidad de tener contacto con la naturaleza, con los habitantes de las poblaciones donde hay muchas más necesidades, pero también muchísimo conocimiento, adicionalmente al impacto que uno pueda generar como médico, en su salud y en su calidad de vida, te conecta con una parte de la esencia humana de la cual estamos muy distantes en la ciudad. Y esa es una experiencia muy enriquecedora, porque no solo desarrollan la humanidad, sino también competencias profesionales, clínicas, técnicas y todo lo que significa comunicación gerencial. Cuando veo esa transformación en los estudiantes, ahí me siento plena de amor, siento que todos son como mis hijos.

Muchas cosas me han traído hasta aquí, a este momento que estoy viviendo. Y puedo decir que en el contacto con comunidades rurales, indígenas, he descubierto que hay muchísimas formas de curarnos, de sanar, que no son solo del cuerpo y la mente, como nosotros estamos acostumbrados a creer. Todas estas experiencias me han dado mucha conciencia de que tanto lo espiritual como lo emocional impactan y son tan importantes para la salud como la mente y el cuerpo. Hay muchas formas de abordar la salud y esa sabiduría está fuera de la Escuela de Medicina en este momento. Yo creo que hay que empezar a integrar un poco más ese conocimiento. Eso es un gran desafío porque el mundo de la salud es muy científico y bastante impermeable.

Sin embargo, «sentí-pienso», como dicen algunos, que todo es posible si tiene una buena razón de ser. Los desafíos y todo lo que nos toca vivir, donde sea que estemos, tienen una razón de ser. Los veo como una oportunidad de impactar más allá, en la vida de los demás y pueden estar unidos a un bien mayor, por eso tenemos que mantenernos despiertos, conscientes, con la intención clara en eso que queremos lograr.

Yo tengo mi tótem propio, es un trompo lindísimo de colores. Lo encontré un día que entré en una juguetería muy bonita, donde todo era de madera. Ese trompo lo elegí porque me recuerda que siempre hay que darle la vuelta a las dificultades para convertirlas en oportunidades. Y eso me encanta. Es de las cosas que más me gusta hacer. Donde hay desafíos, ahí me encanta poner energía, poner trabajo y tiempo para transformarlo y hacer que sea posible. Eso es lo que más me apasiona y me mantiene viva.