Soy psicóloga clínica y actualmente coordino AVESA, la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa. Mi acercamiento al mundo del feminismo y los derechos de las mujeres fue en el año 2001 cuando comencé en la Asociación. Había culminado mi especialización en Psicología Clínica y una amiga me invitó a trabajar ahí para matar un tigre. Comencé como psicóloga atendiendo a víctimas de violencia sexual. Mi primera paciente fue una chica adolescente de unos 16 años, víctima de violación sexual por parte del novio de su tía, una tía joven, hermana de su mamá. Esa chica y su historia me cambiaron la vida. Ahí dije: ¿Qué es esto? ¿De qué estamos hablando? ¿Cómo es posible que sigamos legitimando el uso de la violencia para dominar el cuerpo de las otras personas?
Comienzo a trabajar ya más firmemente en la defensa de los derechos humanos de las mujeres, de los derechos sexuales y los derechos reproductivos. Estoy convencida de que en el fondo las personas tenemos la capacidad de reponernos ante situaciones muy dolorosas. Me agarro de que existe la posibilidad de sanar, y superar situaciones traumáticas, si no, no tendría sentido el trabajo que hago. También me sostengo de mis compañeros y compañeras; mi familia. Mi labor es acompañar, apoyar, pero también entender que yo tengo que cuidarme, de lo contrario me quedaría atrapada en el sufrimiento y el dolor, y eso no sirve, ni a mí, ni les sirve a ellas.
Todo pasa. El dolor también pasa. Hay un mañana. Al día siguiente sale el sol. Siempre les digo a mis pacientes «esa persona te generó una herida, pero tenemos la capacidad de sanar, no agreguemos más dolor al que ya se generó». Es fundamental invitarlas a que vean que su vida sigue valiendo la pena, y que pueden tener una vida sana pese a la situación dolorosa que han vivido. Si yo me quedo pegada en la experiencia negativa que viví, estoy muerta. Hay que vivir el dolor. No estoy diciendo que hay que negarlo, pero entender que no tenemos que quedarnos ahí, que hay cosas que merecen ser vividas y que es posible disfrutarlas. Yo estoy convencida de que es así. He visto unos cambios de vida maravillosos, mujeres que sufrieron violencia sexual, violencia de pareja, y se han desarrollado estupendamente. Ahí digo, «¡sí es posible!».
Yo vengo de una familia con dos tías esquizofrénicas. Viví desde muy temprana edad el tema de los trastornos mentales. Eso creo que me marcó, necesitaba entender qué es lo que ocurría. También la forma en que mi familia enfrentó la enfermedad. Sí hubo muchos chistes de «mis tías las locas», y sé que detrás del chiste hay muchas cosas, pero no había una expulsión del grupo familiar. Eso para mí fue un aprendizaje: la familia debía acompañar los procesos de locura y de sanación. Recuerdo perfectamente que mi abuela materna, con una claridad impresionante de sabiduría popular, decía «ellas también tienen derecho a ser mamás». La gente le tiene miedo a la locura, cuando ven a alguien loco se asustan. En mi familia no tuve ese mensaje, más bien al revés, «hay sufrimiento, tú tienes que ayudar».
La psicología me ayudó a entender que más allá de determinado trastorno mental o tratamiento, tienes una persona allí. No se trata de decirle a las personas lo que deben hacer, sino acompañarlas a tomar decisiones, a mirar la realidad quizá desde una óptica distinta de la que están viendo. Valoro muchísimo que exista la posibilidad de que cada quien sea realmente protagonista de su historia. Esta vida cada uno de nosotros se la está diseñando. Tú escribes el guión, pero tienes que hacer conciencia de que lo puedes escribir y saber realmente qué quieres hacer. Entender que no es el mundo que se va a transformar para yo estar bien, soy yo la que me tengo que transformar para estar mejor en el mundo. En la medida en que nosotros nos transformamos, todo lo que está a nuestro alrededor se mueve. Nada es estático. Entonces, ¿en qué dirección te quieres mover tú?
A mí me gusta enseñar, explicar. Me gusta que el equipo de AVESA se forme. Yo soy profesora de la maestría en Estudios de la Mujer de la Universidad Central de Venezuela, digamos que formo feministas. Quiero que, particularmente las mujeres, se instruyan, aprendan, pero no que sepan una teoría en el vacío, sino que entiendan lo que significa que toda persona tiene derechos humanos y tiene derecho a construir su propia vida. Nadie tiene la vida perfecta, todos cometemos errores, pero que nos demos cuenta, corrijamos, revisemos y analicemos. Yo tengo 23 años en esto, he visto chicas, mujeres, hombres, y muchachos que van dejando esa huella, ese mensaje de posibilidad de transformación y de cambio.