Siempre he sido muy multitasking. Mientras hacía el doctorado en París, también estudiaba cocina, formalmente. Estudié fotografía, ballet, danza contemporánea, continué los estudios de música que había empezado en Venezuela, estudié yoga, fui a la Escuela del Louvre durante dos años a estudiar los movimientos artísticos, hice lo mismo en el Centro Pompidou, para el arte contemporáneo. Esa necesidad de estar en muchos sitios a la vez me ha acompañado toda la vida. Aunque, claro, yo me dediqué al Derecho exclusivamente y es a través de él que entro en política, pero al mismo tiempo sigo con mi música, con el arte, o sea, tengo que estar siempre haciendo varias cosas.
Sigo haciendo derechos humanos y activismo, pero para empatizar y entender al otro tienes que empezar por encontrarte a ti mismo, y ¿cómo lo haces? a través de la meditación, de la música, de las artes en general. Son las artes las que te permiten contactar contigo; para encontrar tu voz, tienes que dejar la voz de los otros. Cuando te limitas a repetir la voz de los otros, entonces ya no eres tú, eres los otros, y en ese momento te pierdes. Encontrarte a ti mismo es encontrar tu propia voz.
He entendido que sí se puede cambiar el mundo, que se pueden cambiar las cosas. Desde que yo empecé a trabajar el tema de derechos de mujeres y derechos LGBT, desde hace 25 años, se ha recorrido un largo trecho. Y a pesar de ello, hay actualmente peligro de revertir lo que se ha avanzado en temas como derechos sexuales y reproductivos, salud sexual, métodos anticonceptivos, matrimonio igualitario, temas de identidad.
Empoderarse, en el caso de las mujeres, tiene una función muy importante, porque normalmente la mujer ha sido entrenada para callarse cuando hay hombres en la mesa, no decir ideas. Y los hombres han sido entrenados para despreciar las ideas de las mujeres. Eso también es verdad. Tú llegas a un lugar y ves una directiva donde hay mujeres, entonces la mujer propone: «yo creo que debería hacerse esto y esto». Silencio. Media hora después llega un hombre y dice: «yo creo que habría que hacer esto y esto», es decir, propone lo mismo y le prestan atención. «Ey, pero eso fue lo que yo dije». «No, no es verdad, hay que hacer lo que dijo Fulano». Entonces, eso implica romper las estructuras de relaciones de poder, y el empoderamiento es saber cómo hacerlo, cómo barrerlas.
Yo marqué un hito: fui la primera mujer trans en el planeta Tierra que se ha planteado la posibilidad de ir a una carrera presidencial. Abrí un camino, entonces como dice el dicho, «soy la primera, pero no seré la última», es decir que cuando tú abres boquetes, como digo yo, cuando le metes un misil por debajo de la línea de flotación a las intolerancias, el barco empieza a hacer agua, cuando tú rompes los techos de cristal, el techo está roto, pueden tratar de repararlo, pero ese techo ya está roto.
Entonces, el empoderamiento es saber cómo ir con una caja de piedra todos los días en tu cartera, para romper el techo que te encuentres en el camino. Entonces, ¿cómo opera el empoderamiento?, uno, saber usar tu voz, dos, saber cómo agarrar las piedras para romper esos techos. Básicamente se trata de ser la voz de tu propia verdad, que puede que se convierta en una verdad colectiva.
Yo soy un alma libre y todos los días me pregunto cosas, creo que esa es la manera de resolver los problemas, ¿cómo hacer?, ¿cómo es? O sea, ¿qué harías tú en esta situación? ¿qué cambiarías en este momento? Es como poner en marcha la rueda del cambio en el ámbito de quienes se niegan a cambiar, en aquellos que no quieren cambiar. Eso tiene sus implicaciones políticas, pero también sociales. Entonces el tema de la inercia ante el cambio y de cómo empezar a hacer que la rueda se mueva para romper la inercia es crucial. Hay que conectarse con esa voz que es tan poderosa como la de cualquier otro, hay que reimaginar lo que podemos hacer, porque tú puedes empezar un camino nuevo, puedes abrir un camino y creo que yo ya lo he empezado a andar.