Mi interés por escribir comenzó cuando yo tenía cinco o seis años: yo anotaba todo lo que pasaba a mi alrededor, y a los ocho ya registraba algunas historias familiares en un cuadernito donde iba apuntando todo. En sexto grado hicimos un periódico que se llamaba El gotero del saber, en el que me tocó hacer el editorial, porque vieron que yo escribía bien. Y bueno, puedo decir que ahí comenzó todo.
Cuando empecé periodismo en la UCV, me di cuenta de que eso era lo mío, me gustaba mucho la carrera, y nunca pensaba en si daba o no daba plata, supe que era mi vocación. Pura pasión. Entonces, esa cosa que no sabía que tenía y que identificaba como un deseo de escribir, me convirtió en una servidora
Yo digo siempre, cuando cierro mi programa de radio, «se despide de ustedes esta servidora, Graciela Beltrán Carías», porque servir, para mí, es el periodismo. Entonces yo soy de la vieja guardia, de la vieja escuela. No sé si para bien o para mal, pero yo sí me considero una servidora pública, alguien que quiere ayudar a los que puede con su trabajo.
Mi cruzada actual, es que nuestras audiencias comprendan que una cosa son los medios de comunicación (televisión, radio y lo que queda de lo escrito que ahora es digital) y otra son los canales de comunicación, llámense redes sociales. Si tú eres un influencer y tienes doscientos mil o un millón de seguidores, oye hermano, hay que trabajar sobre cómo se comunica, porque eso se estudia y su ejercicio tiene un rigor. Entonces, si usted tiene unos seguidores y quiere de alguna manera tener una influencia, póngase las pilas, prepárese para que dé lo mejor. En las redes encuentras toda clase de cosas sin fundamento, sin investigación, entonces, mi llamado es a la formación, al estudio, a que tú te formes, aunque estés en un canal de comunicación y no en un medio.
En una entrevista que hice al maestro Cruz-Diez en la radio (una maravilla de ser humano que para entonces tenía unos 90 años) cayó un palo de agua y, entonces, mientras estábamos esperando en el estudio, le pregunté que cuál era el secreto para mantenerse tan bien, y me dijo «siempre hay que tener un proyecto, Graciela, siempre, hasta el día antes de tu muerte». Desde entonces, ese es mi lema de vida. Siempre hay que tener un proyecto, siempre, nunca te quedes, reinvéntate las veces que sea posible. Creo en que todos los días uno debe tener algo en la mira, tener un deseo a realizar.
Comparto mi profesión con los deportes. Yo corro 60 metros planos desde que estaba en quinto grado, subo montaña, entreno y creo que el deporte no solo es disciplina, es conexión y, a mí, me abre el entendimiento para tener mejor vibra con las personas. Aunque no seas un deportista élite, hacer deporte implica tener logros. Entonces, siempre hablo de eso, porque es que a mí eso me formó mucho en la vida y, la mujer que soy se define en gran medida por hacer deportes.
Me sostiene la pasión por vivir, la dicha de la vida y hacer lo que me gusta. Uno tiene que hacer lo que a uno le gusta. Eso es una felicidad, y no todo el mundo tiene esa suerte. Gracias a Dios la he podido tener y de mi formación, que es la comunicación, he podido hacer televisión, radio y ahora redes sociales, es decir, he podido aprender muchos caminos, que no siempre han sido fáciles, porque uno tiene que atender a lo nuevo, prestar mucha atención y transformarse.
En mi trabajo, es posible que impactes a las personas, pero ese no puede ser el foco. Tal vez siempre estás impactando pero tú no sabes cuándo lo estás haciendo. Y yo digo que menos mal, porque no puedes andar por la vida viendo a quién impactas. Óyeme, haz las cosas porque te sientes bien, porque eres un servidor, porque te gusta. Es mi filosofía. En lugar de pensar en impactar, pienso que hay que ser bondadosos, la bondad es lo único que te va a salvar en la vida; cuando tengas esa capacidad, no importa lo que pase, con la persona que estés, o lo que ocurra, siempre hay que ser bondadoso. Puedes ser muy inteligente, muy pilas, pero si no eres bondadoso no estás completo. La bondad te hace estar en paz contigo misma.