Cuando te preguntan de chiquito «¿qué quieres ser tú?», yo creo que muy poca gente dice «yo quiero ser historiador». No es una carrera o un oficio que los niños tengan en el registro. Ya graduada de bachiller hice un descarte de carreras que sabía que no quería; rondando humanidades, entendí que me interesaba un área en la que tuviera la posibilidad de desarrollar nuevos conocimientos, entonces entré en la Escuela de Historia, y desde el primer día fue amor a primera vista. Me di cuenta de lo que eso significaba como espacio de reflexión, como posibilidad. Y dije: esto es. Y desde ese día hasta el presente, soy historiadora. Eso fue en 1976. Así que, voy a tener, se dice fácil, 50 años de haber empezado. Soy historiadora a dedicación exclusiva.
Algo que ha estado muy presente en mi proceso de conexión con la profesión es transmitir que la historia es cercana, que la gente vea que la historia tiene sentido. Y ha sido importante despertar el interés y sensibilizar, en particular a los jóvenes. Y no es que yo produzca contenido juvenil, pero sí hay una preocupación por hacer que la historia sea accesible, que despierte curiosidad, por supuesto, sin sacrificar el rigor. Hay que procurar darle la vuelta a los problemas históricos para que tengan sentido hoy.
Soy una apasionada de la historia. Yo hablo de historia y es como si estuviera viviéndola. Y si tú estás conectada con lo que haces de manera emotiva, intensa, pasional, comprometida, eso se transmite. Y no es una estrategia didáctica, como si yo dijera «voy a hacerlo interesante para…», no, me nace, yo me involucro, me entusiasmo, y eso de alguna forma termina siendo contagioso y la gente escucha de verdad. Lo importante, y útil, es que la gente sienta que la historia le pertenece.
La historia es una herramienta de pertenencia, de sentido de vida. En un momento como el que estamos viviendo en Venezuela, la historia es un instrumento y un recurso de compromiso, porque si sabes cuál ha sido el proceso que te ha conducido hasta aquí, tienes mayores posibilidades de atender tu realidad. Por ejemplo, las mujeres no tenían cabida en la vida política ni civil de Venezuela hace cien años, no tenían derechos políticos, no tenían derecho a abrir la boca. Eran un cero a la izquierda. Y fue consecuencia de la organización, de las demandas, que la vida de las mujeres se transformó y, por ende, la vida de la sociedad venezolana. Este ejemplo es muy claro porque uno ve la presencia y la actividad que tienen las mujeres en la actualidad sin sorpresa, como algo normal. Y no, esto significó un esfuerzo colectivo extraordinario. Entonces, la historia no solamente te da esos referentes, sino que te compromete, porque en cualquier ámbito en el que uno se encuentre hay que defender o procurar que los espacios conquistados se sigan manteniendo y sean cada vez más amplios
De alguna forma, en la medida en que conoces y entiendes la historia, ella te lleva a ser también actor y protagonista del suceder, esto es, que lo que tú hagas en tu vida trascienda y tenga consecuencias. Independientemente de lo pequeño, lo discreto o lo modesto que pueda ser. Un hecho es histórico cuando las cosas trascienden y no hay manera de volver atrás, cuando todo lo que tú vas conquistando, ganando, significa un motor de activación, creces en cualquier ámbito de forma perdurable y ya no hay manera de echar atrás. En la medida en que vives lo que haces con emocionalidad, compromiso y entusiasmo, sabes que de alguna forma es un camino a seguir.
Mi vida es una permanente búsqueda de respuestas. Voy como por defecto, generando cuestionamiento, reflexión y haciendo crítica, porque es un ejercicio que me relaciona con la realidad, bien sea del pasado o del presente. Es parte de mi formación. En ese sentido soy súper dis-ci-pli-na-da. Si yo estoy escribiendo, todos los días escribo, y si estoy en una investigación, todos los días busco, es decir, procuro la disciplina, la constancia, la sistematicidad, pero no por obligación, sino porque es lo que me pide el interés por lo que hago.
Si estoy saturada, me sirve caminar por el parque en la mañana. Entonces, las respuestas llegan cuando menos las espero. Por ejemplo, si necesito un título o una frase, de repente ¡paf! aparece y, claro, la anoto rápido, antes de que se me vaya. Yo estaba produciendo unos programas de radio, unos micros, y no tenía título y en la radio me decían «bueno, ¿y cómo se va a llamar?». Y de repente un día se me alumbró, me llegó… «No es cuento, es historia», ¡pana! era la síntesis de lo que yo quería hacer. Esa frase quería decir, miren, yo aquí no estoy inventando, yo aquí no estoy hablando tonterías, esto es historia. Y bueno, ese fue el nombre del micro y ya tengo dos libros que se llaman así. Entonces esos hallazgos ocurren porque estás trabajando, pueden llegar en el descanso, pero estás trabajando, el coco está activo.
Tengo un cofre de los tesoros donde guardo medallas. Pero no cualquier tipo de medallas. Por ejemplo, tengo, entre otras, la orden José María Vargas que otorga la UCV, y también la que te imponen cuando ingresas a la Academia Nacional de la Historia, ambas son reconocimientos al mérito que puedes obtener como consecuencia de tu trayectoria como historiador. Guardo también dos medallas de mi abuelo, porque yo soy la única nieta que, como él, fui académica. Entonces claro, es como sentir la responsabilidad de continuar la labor que hicieron otros, además de entender el valor del merecimiento y lo que significa un compromiso.