Yo siempre me vi como, bueno, mi apellido lo dice, como una reina. Cuando tenía seis años fui
reina del carnaval y mi mamá tuvo que quitarme la corona y devolvérsela a la maestra porque yo
andaba con unas ínfulas espantosas. Luego en el colegio y en la universidad también, siempre era
la líder de algo. Crecí con la idea de que nací para mandar. Lo que no sabía es que ese gusto por el
poder se iba a convertir en ayudar a otras mujeres a conquistar su poder y todo lo que hoy es mi
trabajo con el feminismo.
Yo me di cuenta tarde. Empecé trabajando en el sector público, los primeros años de mi carrera, en
fundaciones, en el gobierno y ayudando a partidos políticos. Después entré al sector privado y ahí
fue que empecé a darme cuenta de cómo las mujeres en este país son tratadas, mal-tratadas. Antes
no lo veía. Obviamente, porque quien tiene privilegios no nota quien no los tiene; y privilegios
significa comer tres veces al día, ir a una universidad privada y tener un carro para moverse por la
ciudad. No estoy hablando de riqueza de cuna, estoy hablando de facilidades que te hacen
alcanzar las cosas más rápido.
Ya iba por mi tercer gran trabajo en una empresa como gerente, me llevaron a vicepresidente y me
ofrecieron entrar en la junta directiva, fui la primera directora de ese grupo asegurador, cuando
empecé a preguntarme por qué. El gran cambio de tu vida se da cuando empiezas a preguntarte
por qué. Yo había llegado hasta ahí siendo muy competitiva, claro, tú ves a los hombres haciéndolo
de esa manera y ocupando los espacios de poder y piensas: esa es la vía para alcanzarlo. Pero me
encontraba con mujeres inteligentísimas que se mantenían como en un rincón, calladas, sumisas.
Me preguntaba por qué las fotos de las juntas directivas siempre eran puro hombre, por qué a la
mujer en una entrevista de trabajo se le pregunta si quiere tener hijos y al hombre no, por qué
ponen a las jóvenes en la recepción, por qué no contratan a mujeres de 50 años, por qué si una
mujer habla duro es una histérica, conflictiva, y si un hombre hace lo mismo es asertivo, un líder, un
tigre.
Después me di cuenta de que no era esa empresa, es que es todo el sistema, en la
universidad, en el gobierno, en todas partes. La discriminación hacia las mujeres a veces es sutil y
otras veces muy abierta. Y me preparé, me puse a estudiar, las preguntas siguieron: por qué cuando
estás embarazada de una niña te dicen que ¡qué bueno!, porque te va a cuidar en tu vejez, por qué
está mal mostrar las emociones, por qué decirle menopáusica a una mujer es una burla, por qué yo
misma he criado a mi hijo distinto que a mi hija, por qué ser mujer es tan duro.


Entonces desde ese lugar yo me asumí como la voz de las que no tenían voz. Recuerdo que en la primera reunión como parte de la directiva yo dije cuatro cosas con las que no estaba de acuerdo y un amigo,
reconozco que con la mejor intención, me vino a decir: te voy a dar un consejo, Susana, bájale a la intensidad si
quieres estar en este grupo, si no te van a sacar. O sea,
yo tuve que tragarme unos cuantos sapos, hacerme la
gafa, reírme de chistes machistas, para poder avanzar en
mi plan, que era el fortalecimiento del liderazgo de las
mujeres a nivel nacional y lo logré. Yo quería ver más
mujeres gerentes y logramos cambiar la cifra. Y ya
después estando ahí, a los 55 años, yo dije: tú sabes qué,
ahora voy a decir lo que me dé la gana, y empecé a
decirles de machista para abajo y esto es así.
Llega un momento en la vida en el que tú dices yo no tengo más nada que demostrar o no tengo nada
que cuidar. Y fue en ese momento de mi vida que creé Feminismo Inc. Me decían: no le pongas ese
nombre porque las feministas son unas locas y nadie te va a llamar. Pero yo dije: le voy a lavar la cara al
feminismo en Venezuela. Le puse INC porque está relacionado con la asesoría de empresas para
incorporar el feminismo, pero después lo traduje como incomodar, porque pienso que no hay manera
de cambiar las cosas siendo decente, hablando bajito o echándole perfume a lo que está mal. Y como
decía mi mentora Evangelina García Prince, con su vozarrón: tu palabra es tu poder, así que dale el sitio
adecuado, no tengas pena, la gente siempre te va a juzgar, pero si tú crees en eso, tú pa’ lante. Total,
que la conquista de la palabra es una lucha feminista importante y para mí creo que es la clave. La
conquista de tu palabra; la conquista de tus emociones, sentirlas y expresarlas sin pedir perdón; y la
conquista de tu cuerpo, atenderlo y cuidarlo, son los tres elementos de la libertad.
El feminismo para mí es pasar de la cultura de la competencia, de la apropiación de recursos y de las guerras, a una cultura donde podamos hablar de tú a tú, donde haya simetría, donde haya cooperación, donde haya amabilidad, donde haya sonrisas, donde las emociones tengan un espacio importante,
donde lo que las mujeres escojan hacer con sus vidas sea una decisión tomada desde la libertad.