La vida puede ser difícil, hay demasiados obstáculos y demasiadas barreras que tienes que saltar
y cada persona tiene los suyos, pero a mí me parece que además como humanos siempre
sentimos que algo nos falta. También es un mal de los últimos años en Venezuela, fijarnos en
todo lo que nos falta. Y yo pienso: no, no falta, ¡eso es lo que hay! Y no que «es lo que hay»
porque soy conformista, sino que es lo que tengo ahora y lo que tenemos. Yo creo que si nos
empezamos a ver tal cual somos y con lo que tenemos, nos acercamos más a las cosas de pinga
que queremos alcanzar.
En la escuela me hicieron mucho bullying y yo aprendí que tenía que seguir creciendo y tenía
que vivir con eso. Recuerdo que yo pasaba por donde estaban los que me hacían bullying
porque pensaba: no me voy a esconder, estos carajos van a estudiar conmigo hasta que pasemos
de grado. Me fui haciendo como una costrica que me ha permitido seguir echándole pichón
siempre. Claro, me trajo otros problemas que he trabajado en terapia. Pero a partir de allí
también surge la inquietud, la búsqueda, de ver qué es lo que me identifica a mí, una joven
caraqueña que vive en Gato Negro, y cuáles son los códigos que comparto con la gente que se
parece a mí.
Primero empecé con la escritura, escribía poemas en Facebook. Yo veía que en los medios no
había cosas contadas desde mi realidad, y tenía siempre esa cosquillita de querer contar las
historias de gente como yo. Luego quise pasar a Instagram, pero me preguntaba ¿cómo lo
hago?. En esa red social la imagen es más importante, todo tiene que estar pulcro y no puede
haber cosas mal hechas. Entonces empecé con las gráficas hablando de todo lo que nos hace ser
caraqueños, de cómo nos comunicamos, las cosas que hacemos, y la fotografía de calle. La
fotografía me ha traído muchos problemas, pero me encanta. Me inquieta ver a la gente cuando
cree que nadie la ve. Lo que encontré es que todos somos iguales, todos hacemos lo mismo,
aunque no todos lo reconocen.
En mi vida he aprendido dos cosas. La primera es que la constancia y la paciencia son mis
superpoderes. No me puedo quedar pegada. En momentos que no he tenido clientes, he fallado diciéndome: lo estoy haciendo muy mal. Pero ahí mismo me digo: ¿qué tengo que ajustar?
No me puedo detener. A mí me parece que estar vivos es maravilloso. Levantarme y decir: ¡mira, estoy viva,
puedo hacer cosas! Mientras uno está vivo y tiene la posibilidad de crear y abrir puertas y seguir
intentándolo, yo creo que eso es la mayor inspiración de todos los días.
La segunda es que la honestidad va por encima de todas las cosas. Y si no eres honesto te va a dar
un lumbago y un montón de cosas en tu cuerpo, es como un peso que cargas. Me he quitado un
montón de prejuicios y he terminado aceptándome como soy. Yo creo que si aceptamos eso, que
no somos ángeles, que nos equivocamos y que no todo el mundo nos va a querer, por ahí vamos
conquistando la libertad, nos empezamos a sentir mejor con nosotros mismos y con lo que
queremos mostrar al otro. Yo creo que cuando tú eres sincero con cómo te va, cómo te sientes, con
quién eres, también inspiras a la gente.
Hoy trabajo como productora cultural y creadora de contenido, tengo el privilegio de hacer esto y
de que me dé dinero, de que puedo seguir aprendiendo. Esto es lo que deseo de corazón para
todos: que todos nos sintamos bien con lo que somos y con lo que hacemos y con la gente con la
que estamos.