Peggy Rivas

"Aprender a emprender desde el ser mujer"

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Cuando tuve la oportunidad de ser parte de un programa en el extranjero orientado al liderazgo femenino de la mujer, me di cuenta de que quienes trabajábamos con mujeres en Venezuela ya veníamos haciendo eso y más. Para mí ese fue un punto crítico, entender que estábamos bastante adelantadas en la visión en comparación con otras organizaciones. En ese momento decidí que quería dedicarme al empoderamiento de la mujer desde el emprendimiento.
Al empezar a capacitarme en esta área me topé frente a frente con una situación que me era extraña. Hasta que empecé a desmontar juicios, creencias, y a caer en cuenta de que todas las mujeres pasamos por ese proceso en mayor o menor medida. No está sujeto a una condición social ni al nivel socioeconómico, cultural o educativo. Tuve que hacer frente a situaciones de violencia de género que me resultaban ajenas. Fue un reto importante, pero cuando empiezas a revisarlo te das cuenta de que ha estado allí de manera silente, en todos los espacios. Ahí me pregunté: ¿de qué manera puedo yo intervenir acá?
El grueso de los espacios de violencia doméstica están vinculados a la falta de autonomía económica. Hemos escuchado de voz propia lo que significa para la mujer conciliar el emprendimiento con la familia. Cuando eso pasa, caen en cuenta de que están siendo objeto de violación de sus derechos al tener menos posibilidades de acceso a las oportunidades. El primer paso para lograr esa autonomía, es el acompañamiento en su proceso de identificarse como mujeres. Es aprender a emprender desde el ser mujer.

AME de Venezuela nació como movimiento en las comunidades de Petare, Turumo, La Dolorita, Vargas. Es un trabajo de tú a tú, con un video beam, educando sobre emprendimiento y empoderamiento de mujeres. Allí sucedió la magia. Se combinó la pasión por trabajar, emprender y brindar alternativas para que la gente pueda hacer lo que le apasiona, con el deseo de superar las barreras de género que las mujeres tenemos que enfrentar en los distintos ámbitos de nuestras vidas.

Hace unos 20 o 30 años no me hubiera imaginado la mujer que soy hoy en día. Mi sueño desde que tengo uso de razón hasta los 17 años era ser militar. Navegar por el mundo en el buque escuela Simón Bolívar. Mi padre era marino mercante, crecí en el mar y no me imaginaba otra cosa. Es más, no pensé que había otra cosa que hacer para mí. Recuerdo que los diez mejores alumnos de los liceos militares ingresaban directamente a las escuelas y yo decidí estar entre los primeros para no someterme al reto de hacer la prueba, porque sabía que había una dificultad por ser mujer. Al graduarme me dijeron no, no puedes. Simplemente habían dejado de aceptar mujeres en la Escuela Naval.

Mis padres insistieron en que tenía que estudiar algo y a mí siempre me han gustado los retos. Me avisaron que había quedado en sociología en la Universidad Central de Venezuela y, a pesar de que la decisión de querer estudiar eso no fue totalmente consciente, creo que la fortuna o algún ángel de la guarda me llevó a donde tenía que estar. Después de haber trabajado tantos años con infancia y adolescencia, y al encontrarme con este maravilloso mundo de trabajar con las mujeres, me dije: si nosotros hacemos con las niñas esto que estamos haciendo de manera curativa con las adultas, nos ahorraríamos mucho trabajo.
De niña me hubiera dicho: quiérete más. Desarrolla la intuición. Las mujeres tenemos esa maravillosa habilidad de saber cuando algo no es por ahí. Cada vez que yo no le hago caso me va mal. Algo mágico a los 50 me hizo hacerme consciente de esa habilidad que tenemos. Ojalá lo hubiera encontrado antes. Hay un montón de cosas que ya no me preocupan justamente por transitar el camino de quererse más y trabajar el autorreconocimiento. Esto de ser postulada a un premio por otras mujeres ha tenido un gran valor para mí. Me ha permitido decir sí soy protagonista.