Los procesos tan sutiles de cambios en la naturaleza es algo que me hace respetarla y amarla. Esa hojita que empezó como un pequeño retoñito y fue creciendo milímetro a milímetro hasta convertirse en un árbol milenario, es fascinante. Más aún cuando, siendo bióloga, entiendes que esos procesos de cambio tienen un montón de interacciones complejas y diversas, y que todo forma parte de un gran equilibrio.
Trabajar con Provita ha sido una oportunidad maravillosa para combinar ese amor a la naturaleza, con la puesta en práctica de mis conocimientos y poder vivir de ello, todo un reto personal. Más allá de eso, como conservacionista, el reto ha sido impulsar formas de vida en equilibrio con el ambiente. Sé que la industria en general, desde luego, tiene un impacto muy grande, pero creo que no se trata tanto de prohibir estas actividades, porque hay que obtener la energía y los materiales que utilizamos de alguna forma; el sentido está en crear conciencia y buscar minimizar al máximo ese impacto.
Por eso apuesto y creo en lo que hago, en sembrar la semilla tanto en los niños de hoy, que cada vez los veo más sensibles y despiertos a estos temas, como en los trabajadores del campo y agricultores, para que tengan acceso a tecnologías y prácticas de producción amigables con el ambiente, mediante un proceso conjunto, de cocreación, validando también sus conocimientos locales.