Esta historia no empieza conmigo. Empieza con mi mamá, Elisa Jiménez, y se remonta mucho más atrás, desde las primeras olas del feminismo hasta ahora. Mi mamá se graduó en una de las primeras promociones de psicología en Venezuela, cuando yo era una niña. Cuando parió a mi hermano, unos años después, lo hizo mediante parto humanizado o como lo llamaban en ese momento, parto psicoprofiláctico. Quedó interesada en el tema. Empezó a investigar al respecto y empezó a trabajar en el servicio de Orientación Familiar de la Maternidad Concepción Palacios. Trabajaba preparando a las mujeres para el parto, llegó como psicóloga y, al poco tiempo, como coordinadora. Ahí impartían actividades de tejido para hacer escarpines y cosas de esa índole, pero ella empezó a crear cursos de educación para los hijos, educación sexual y derechos de las mujeres.
Esto se volvió una vitrina, la gente iba a conocer ese servicio y simultáneamente fue contactando a otras mujeres de América Latina. Estas redes fueron el impulso de la tercera ola del feminismo en la región. La agenda de estas mujeres era resaltar que no existían los mismos derechos para hombres y mujeres, que no había el mismo sueldo por el mismo trabajo, hablar de la despenalización del aborto y el acceso a la salud sexual y reproductiva. La anticoncepción que ahora damos por sentada es el producto de la lucha de muchas mujeres del mundo. En esos encuentros fue gestando la idea de hacer una ONG, que también era algo nuevo como forma de organización. En ese momento no existían instituciones privadas con fines sociales. Así empezó Avesa en 1984.
En 30 años hemos atendido a 16.000 personas y el 40% son niños, niñas y adolescentes. Uno de los programas con los que comenzó la organización fue el de Educación Sexual Comunitaria, un enfoque en donde la educación sexual fuera de amplio alcance y no solo reservada a especialistas.
Esta tendencia alternativa, que ahora llamamos dialógica, trata de concientizar en vez de adoctrinar. Se trata de darle a la gente, desde la perspectiva educativa, la posibilidad de reflexionar, de analizar en forma crítica, tomar sus propias decisiones, y entender que todos somos diferentes y que nadie puede imponer sus valores morales por encima de los otros.
Por ejemplo, con el tema del aborto tú puedes estar en desacuerdo, tú puedes decir yo nunca haría eso, pero así piensas tú. Hay mujeres que no pensamos así, hay mujeres que pensamos que es un derecho. Entonces tú no puedes imponer a toda una sociedad tu visión. Además, el «yo nunca haría eso» puede llegar hasta que hay una situación de violación, en donde te alcanza un dilema ético.
Venezuela es un país en donde el año pasado, de enero a marzo, las cifras en la fiscalía eran de 7.400 denuncias de abuso sexual infantil. Además, se calcula que por cada persona que denuncia hay diez que no denuncian. En un país donde pasa lo que pasa con la violencia sexual, urge educar.
Los varones no nacen violadores. Algo estamos haciendo mal como sociedad, qué pasa con la sexualidad de un hombre que se escinde de su cuerpo y sus genitales para usarlos como un arma para humillar a otro. Pienso constantemente en cómo romper paradigmas y generar una educación más integral en donde se entiendan estas cosas.
El patriarcado no quiere que olvidemos el espacio social y público que nos ha asignado, por eso siempre debemos contrastar las cosas que les preguntamos y exigimos a las mujeres, y no lo hacemos con los hombres, para entender las diferencias sutiles que hay. Hablamos de mujeres líderes, pero también debemos recordar que existe un orden con un tope de poder, en donde aún lideran los hombres y las luchas son diferentes en cada contexto.
Trabajo por señalar y cambiar esto. Hacer lo que hago me llena de vida; yo me he divorciado dos veces, en este momento no quiero marido, no quiero novio, no quiero pareja, no quiero hijos viviendo en mi casa, no quiero mascotas, lo único que quiero es trabajar por los derechos. Las cosas han cambiado, a mis 69 años, vivo sola y soy libre, en la época de mi madre esto no era aceptado. Soy madre pero primero soy mujer. Gracias a la lucha de muchas otras ahora tenemos más derechos y por eso sigo luchando.