María Fernanda Di Giacobbe

"¿Cómo vamos a batir ese chocolate?"

Compartir:

El cacao en Venezuela es familia, cultura, tiene voz. En las plantaciones de cacao allí está esa voz que dice: estoy aquí, somos antiguos, ancestrales, estoy aquí como un recurso, transformándome a mí. Puedes tener un oficio, ser profesional, llegar a cualquier país del mundo y siempre retornar al origen. Como nuestro proyecto de Cacao de Origen, Bean to Bar, de la semilla a la tableta, un cacao sembrado, mantenido, cosechado, bien fermentado y bien seco al sol, se convierte en un gran chocolate. Como un niño o una niña que han sido bien queridos en sus familias, bien alimentados, fueron al colegio, al bachillerato, a la universidad y se pueden expresar. Un cacao que no está bien fermentado no tiene las cualidades para ser un buen chocolate.

Pareciera que salimos del cacao, entonces es un cacao dulce, un cacao noble que no tiene amargor y eso es lo que se encuentra en las plantaciones. También es un cacao prestigioso, y el de Chuao, un cacao pretencioso. El cacao describe a las personas que aquí nacen y que se van a otros países, y se presentan así, sociables como el cacao, guardián de la naturaleza, hijos de estas tierras. Es esa relación entre cacao, personas, pueblos, comunidades. Y cuando empiezas a sentir toda esa relación, y lo que estudias en la universidad te sirve para entenderlo, dices, bueno, hay un mensaje aquí muy fuerte de identidad. Una misma energía que habla de naturaleza, respeto, libertad.

Cada productor de cacao en Venezuela es libre con sus abundancias y necesidades. Es bueno conectarse con esas fuerzas. Ha sido trascendental y creo que se vive en el movimiento del cacao y el chocolate, cada quien con el momento de su vida; en este presente. El cacao ha reconectado el país; siempre digo que tiene la forma de Venezuela, lleno de raíces como micorrizas o ideas que se comunican y conectan entre la gente que siembra.

Donde tú dices cacao ya no hay más diferencias, y te lo dice una persona que fue muy radical en sus ideologías. Soy una persona absolutamente social y política, me gusta intervenir, construir, protestar, pedir justicia. Y esa comunicación que hacen las raíces de cacao nos mantienen unidos desde esa identidad, poco respetada, del venezolano que es global. Es global porque deja que todos los seres humanos del mundo vengan aquí y por eso compartimos tantos apellidos distintos. Entonces te puedo nombrar a Petra Galarraga, a Amanda García, a Efigenia Laya, a Juana de Dios, que son mujeres del cacao, donde la sabiduría siempre ha sido sembrar, cosechar, mantener a la familia unida, evolucionar y volver a la tierra.

Las mujeres del cacao son alegres, están muy conectadas con la tierra, la naturaleza, el canto, son fieras a la hora de defender sus principios, la justicia por el alimento y protección de sus hijos, celosas de su legado. Donde las fiestas son fundamentales, porque en las fiestas agradecen a las deidades por el fruto y bailan conectadas con esa felicidad, con esa tradición que hace que se repitan las cosas buenas por más de 500 años. Y eso lo ves en todos los pueblos de Venezuela, y de allí en adelante el mensaje femenino que es la no violencia. Defienden a sus hijos, hijas, hacen que la familia esté unida y la comunidad esté unida, pero no quieren guerra —como esas mujeres cacaoteras o cocineras, que cocinan juntas y hacen la sopa de las celebraciones y el chocolate caliente para los velorios—. Es el mensaje que yo vi en las mujeres que siembran cacao, esa alegría todo el tiempo, y aunque las necesidades son distintas, en Chuao «las mujeres cosechamos de la tierra, los hombres cosechan de la mar», y a nadie le falta nada, se acompañan y comparten.

Hay tantas maneras de ser y cada quien sabe lo que tiene que hacer. De repente algunas personas nos ayudan a escucharnos, pero cada uno de nosotros sabe lo que tiene que hacer. ¡Hay que levantarse de la silla para que llegues al lugar donde tienes que estar! Yo estuve parada de la silla por 24 horas, siete días por semana, 365 días al año, y se lograron muchas metas. Metas que tienen que ver con lo material. Este año tengo 60 años y empiezo con el silencio otra vez; decir que pasaron unos 35 años de mucho movimiento, de mucho ser, de pararse de la silla, ahora el silencio viene por la parte espiritual. ¿Cómo convertir toda esa energía en crecimiento del espíritu y compartirlo?

¿Cómo vamos a hacer esa próxima receta? Los ingredientes los sabemos, todo eso que tenemos de identidad los venezolanos, como las cinco características de nuestro cacao: dulce, noble, honesto, elegante y seductor. ¿Cómo puedes cambiar el mundo con eso? Habría que anotar, un poquito de pretencioso como la sal en la comida o el azúcar en el cacao, porque si no es muy soso. La sal hace que la comida brille y el azúcar hace que el chocolate abra sus aromas. Yo diría que todo lo bueno, con una chispita, con un puntito de malicia, es parte de la vida como la sombra y la luz, lo bueno y lo malo. Siempre digo que en el cacao está toda la historia de Venezuela, cada semilla de este fruto es un venezolano, porque aquí se mezclan todos, y vas a encontrar semillas de todos los sabores, olores y de todos los colores de piel o maneras de pensar, costumbres y educación de distintas partes del mundo, entonces para mí este fruto nos está dando la respuesta de cómo vamos a batir ese chocolate.

Es escuchar la física, la cuántica, antropología, sociología, la educación, y tratar de ser un chocolate buenísimo en cada familia, con cada niño, niña, buenísimo con cada comunidad. Y por eso creo que el oficio del chocolate es el que más nos ha servido para expresar lo que somos. ¿Cómo se puede convertir esto en algo que llame la atención en el mundo? Ya pasó en el año 1600, «el cacao de Venezuela es el mejor del mundo», lo dijeron todos los grandes sibaritas, un país que se parece tanto al cacao puede ser el mejor del mundo, no en competencia sino en cómo puede brindar soluciones. Por eso es que somos tan universales.