Cuando Ibrahim me dijo que su papá tenía que atravesar un proceso de trasplante renal me di cuenta de que nadie hablaba al respecto. Inclusive en las familias que lo estaban padeciendo era un tabú. Años después nos casamos y un día me llama por teléfono para decirme: «tengo la enfermedad de mi papá». Estando en ese dilema viajamos por muchísimos sitios, nos vimos con todos los médicos existentes y, como parte de las causalidades de la vida, llegamos al mismo doctor que trasplantó a su padre. Su primo hermano se ofreció a ser su donante y así comenzó mi compromiso con la Organización Nacional de Trasplantes de Venezuela.
Al trabajar en esto te involucras mucho. La gente deja de ser una persona que está transitando por una enfermedad para convertirse en una mamá amiga, en un niño que podría ser tu hijo. Es un día a día de tocar puertas, tratar de abrirlas e intentar que mucha gente entienda una realidad que muchas veces no vemos, porque hasta que no nos toca en carne propia no entendemos lo que está pasando.
A mí me mueven los niños, son la parte más desprotegida dentro del espectro. Hay varios que llevan viviendo en el hospital más de dos años, totalmente inmersos sin poder salir y cuando les preguntas: ¿qué quieres ser tú cuando seas grande? Te responden que quieren ser médicos para salvar a todos sus amigos, ingenieros para construir el mejor hospital o hacer los mejores alimentos para que nadie pase hambre. Esa es la respuesta que te dan a pesar de estar atravesando un momento tan duro donde muchas veces no pueden ni levantar la carita de lo mal que se sienten. Sabiendo que muchos de ellos no llegarán a ser grandes.
Por eso, invitar a la gente a que venga a los centros de diálisis y viva de primera mano esa realidad, genera un movimiento en el alma, la empatía, el corazón. Permite entender que lo que para uno es cotidiano, para el otro no lo es. Es regalar vida en todo sentido. Porque regalar vida no sólo significa poder donar un órgano; significa hablar al respecto, convencer a alguien de convertirse en donante, generar conversaciones sobre el tema como algo normal y natural.
Siempre la última palabra la tiene la familia y por eso es tan importante declararse donante en vida. Cuando una persona atraviesa un momento tan difícil y duro como lo es el fallecimiento de un familiar, entender que quien ya no está le puede dar vida hasta a once personas es increíble. Yo me erizo cada vez que hablo al respecto porque eso significa que esa persona a quien tú amaste y adoraste, no murió, sigue viva.
Quiero devolver la esperanza de vida a aquellas personas que en estos momentos no la tienen. He aprendido poquito a poco que cada uno debe agradecer absolutamente todo. En estos momentos estoy atravesando un cáncer y, justamente, saber que hay alguien que pueda necesitarme aún más de lo que pueda necesitarme yo es lo que me hace permanecer. Levantarme y luchar por esa persona, entendiendo que de la misma manera lucho por mí. Hay muchas formas de ser libre y una de ellas es trascender