Recuerdo que yo salí del bachillerato un poco perdida, sin saber qué hacer, solo sabía que me gustaba la música porque estuve diez años estudiando piano clásico. La música, el tenis y mis amigos del tenis, era el mundo que me rodeaba. Con ese background entré en la universidad. Al tener un temperamento tan introvertido, ser tan tímida, había escogido la carrera de Comunicación Social, justamente para ver si eso me ayudaba en mi manera de desenvolverme en la sociedad, a relacionarme. Fue un reto, una búsqueda.
Nunca me pasó por la cabeza que iba a terminar en las artes escénicas, pero en el segundo año de la carrera, con Marcos Reyes Andrade, surgió la idea de montar una obra. También había tenido un acercamiento con la gente de Teatro UCAB, con Virginia Aponte, así que me metí en ese proyecto universitario.
La primera vez que me monté en el escenario, tenía un susto tremendo, pero ahí descubrí que esa iba a ser mi pasión. No sabía si me iba a dedicar a eso profesionalmente, pero sí sentí una conexión muy fuerte. En el teatro encontré mi acuario, porque había peces muy parecidos a mí. Ahí me pasaron cosas buenas y otras malas. En el teatro conocí a Javier, mi actual esposo y luego formamos la familia que tenemos ahora, que es también de teatreros.
Al final, sí me pude dedicar a la actuación, también en televisión, porque en ese momento, en la década de los 80, estaban en pleno apogeo las telenovelas. Había una escritora, Pilar Romero, que estaba escribiendo un proyecto. Me invitó a participar en unos capítulos y ahí «me tendió la trampa», porque después me quedé; así fue como comenzó mi carrera de actriz de televisión, en paralelo al teatro.
El oficio del actor se hace con los años, pasando además por las manos de varios directores. Yo tuve la suerte de que esa fue mi escuela. Yo vengo de aprender de muchos directores. Tuve una carrera bastante continua, observando, equivocándome mucho, por supuesto, pero también iba descubriéndome a mí misma y dándome cuenta del camino que había elegido transitar. En mi época no teníamos todos estos movimientos de insight, mindfulness y todo eso. Nosotros aprendíamos a los golpes. Ahora la gente tiene muchísimas más herramientas que en esa época.
La gente en la calle siempre me decía: «¡Oye!, pero tú no te pareces a la villana que interpretas». Pero sí, quizás alguna vez he tenido reacciones de villana, por estrés, por no tener balance en mi vida. Uno puede entrar en ese desequilibrio cuando el trabajo te agobia y no tienes tiempo de nada. Cuando sales del canal de televisión y te están esperando en el teatro para que te cambies rápido y hagas la siguiente función ante el público, eso implica mucho estrés. Luego, con la llegada de los hijos, mantener la relación de pareja en armonía, fue todo un reto como mujer profesional. Esa fue mi vida en la década de los 90.
Creo que he aprendido mucho sobre la marcha. Si no tienes calma y paz espiritual y mental, el cortisol se te dispara, y esa dinámica todos los días, durante muchos meses te lleva al desequilibrio. Y, ¿cómo te escuchas en ese momento?; es difícil escucharse.
Cada proyecto tiene su aprendizaje, pero a medida que pasan los años uno se vuelve más sencillo en lo que quiere, y aprende a suavizar las cosas, a llevar una vida más calmada, a cuidarse. Lo más importante es hacer todo con organización, constancia y con total honestidad, sin artificios. Yo creo que así me percibe la gente, como una mujer sin artificios, trabajadora, tratando de ser lo más natural y auténtica posible.
Eso es lo que yo le diría a las más jóvenes, hay que trabajar la mente y el cuerpo, las dos cosas; pero el cuerpo, no por ser la más bella ni la más explotada, sino por un cuerpo sano, porque tus órganos están funcionando bien. Eso es la belleza y la armonía, son una consecuencia de cómo estás por dentro.
Eso es lo que yo le diría a las más jóvenes, hay que trabajar la mente y el cuerpo, las dos cosas; pero el cuerpo, no por ser la más bella ni la más explotada, sino por un cuerpo sano, porque tus órganos están funcionando bien. Eso es la belleza y la armonía, son una consecuencia de cómo estás por dentro.
Hoy en día me considero una artista y una mujer integral, feliz, hago lo que me apasiona. Y creo que el arte, aunque quizás no pueda cambiar el mundo, ayuda a sensibilizar, a generar empatía, a mostrar la realidad, la sociedad de donde venimos.