Jessika Ramírez

"Nunca estamos solas"

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Cuando me presento, en vez de Ramírez, yo siempre uso: Jessika Paz, porque desde que comencé el activismo tengo la filosofía de que, antes de cualquier cosa, primero soy hija de mi madre. Desde muy pequeña viví en Trujillo y mi abuela materna me cuidaba, porque mi mamá tenía jornadas laborales muy largas fuera de casa, además viajaba por toda Venezuela, ella era ancla en RCTV. Yo siempre la vi como esa figura que te inspira a lograr todo.
El activismo lo empecé desde lo laboral, buscando algo para independizarme. En esa búsqueda conocí a Vanessa Vargas, ella se convirtió para mí en una madre dentro del activismo. Al principio, me vinculé a un proyecto que ella llevaba que combinaba enfoque de género y biciturismo. En la primera marcha donde la acompañé para conmemorar el 8 de marzo, ya hace seis años, sentí que eso era lo que yo quería hacer, a lo que me quería dedicar. Desde entonces pasó a ser mi día a día, ya sea por las redes sociales, o en las ONG, en la calle… mi tema es la movilidad con enfoque de género. De allí nace mi proyecto: «Calles Moradas», dada la necesidad de igualdad en el espacio público para las mujeres, porque históricamente ha sido un espacio limitado para nosotras.
Nuestra meta es que ya no existan «puntos morados», que haya más conciencia del tema de la violencia basada en género, políticas públicas diseñadas para el respeto, una ciudad construida para la equidad. En función de eso, creamos una red de negocios capacitados para abordar la problemática desde diversos puntos; también prestamos primeros auxilios psicológicos en caso de que se presente una emergencia por acoso, o cualquier tipo de violencia dentro del espacio público. La idea es que sea un punto de resguardo, de calma, de apoyo para la mujer que lo necesite, de manera que se sienta segura si ha sido vulnerada.
Siempre me he caracterizado por ser disruptiva, confrontativa y no seguir la norma. A través del feminismo he podido encontrar explicaciones a muchos cuestionamientos que yo tenía. Comprender que una etiqueta no te debe encasillar como persona, sino que debe servirte para darle nombre a lo que te sucede, darte tranquilidad y hacerte más feliz. También, he podido empezar a ver la orientación sexual como algo que fluye, que se puede transformar en el tiempo, porque tiene que ver con lo que tú sientes en un momento dado, sin tener que identificarte con algo fielmente.
Cuando descubrí que era una persona LGBTIQ+, que me gustaban las mujeres, a muchos a mi alrededor les fue difícil aceptarlo. Fue un proceso duro. A veces los árboles genealógicos también hay que podarlos para poder crecer. En la comunidad aprendí que cada uno tiene la capacidad de construir su propia familia, con allegados, con las personas que te apoyan, que te alientan en los momentos difíciles, que te hacen saber que nunca estás sola.
Mis tatuajes cuentan algo de mí. Yo también fui víctima de una relación violenta con una pareja que tuve, eso fue un antes y un después en mi vida. Pensaba que después de eso no había nada, que no podía volver a amar. Gracias a mi red de apoyo, mis amigas activistas, pude superarlo y levantarme de nuevo. Por eso tengo tatuada la carta de la muerte del tarot, que no significa muerte, sino comienzo. Entonces, no importa cuántas veces me caiga, siempre vuelvo a comenzar, yo renazco. Otro tatuaje que tengo es: «amor, con amor se paga», porque hay una canción de Rosalía que dice algo como: «amor con amor se paga, yo no te debo, tú no me debes nada». Es muy bonito, es como una filosofía de vida. Yo te di el amor, te entregué todo el amor que podía darte en el momento. Y tú me diste todo el amor que tú sentías que podías dar, entonces ya es una deuda saldada. Es como liberarse de eso.
En el proceso donde tú eres víctima y después sobreviviente, es necesario perdonar, y no tanto a la otra persona, sino perdonarte a ti mismo. Eso es lo que te sana, lo que te libera del dolor, del rencor por lo que viviste. Hacer las paces con eso. A mí me costó mucho, por eso me lo tatué, para recordarme que yo no le debo nada a nadie. Pero lo más importante es que esa persona tampoco me debe amor.