Regresar a Venezuela, después de haber vivido diez años en Europa, en Holanda, fue prácticamente un comenzar desde cero para mí. Al principio, no me encontraba. Me preguntaba qué iba a hacer con mi vida. Sentía que volvía a una Venezuela que me mostraba muchas cosas que no me gustaban. Pero, partiendo del principio de que dentro de toda oscuridad siempre hay un punto de luz, tuve que hacer el ejercicio de voltear la mirada y fijarme en aquellas cosas buenas por las cuales agradecer. Eso fue algo que me sirvió de inspiración, practicar el agradecimiento. Tener la valentía de decir: Gracias. Desde lo más sencillo. Solo tenía que encontrar un momento durante el día para detenerme y agradecer.
Creo que eso fue lo que me hizo conectar con las cosas que luego empezaron a formar parte de mi nuevo camino. Además, me permitió ver cuáles eran mis recursos, con qué contaba para salir adelante, estando en el país donde estaba, con la decisión que había tomado. A veces, cuando estás muy pendiente del futuro, te abrumas pensando en lo que puede pasar. Mientras que, cuando estás muy pendiente del pasado te sientes nostálgico por lo que tuviste. Entonces, yo no podía seguir viviendo desde lo que había tenido en Holanda, ni tampoco desde qué iba a pasar en Venezuela. Tenía que conectarme con el presente. Ahí es cuando uno cae en cuenta de que, estés donde estés, todo tiene sus pros y sus contras. Yo pude haber tenido el mejor trabajo, el mejor sueldo y el mejor estilo de vida en Holanda, pero a nivel emocional mi corazón se estaba volviendo una piedra por tratar de integrarme a una sociedad distinta y vivir en automático.
Luego, entendí que, en cierta forma, podía combinar lo bueno de ambas culturas, la holandesa y la venezolana. Porque, aunque distintas, sabía que se podían nutrir una de la otra. En Países Bajos, por ejemplo, tú tienes que utilizar tus recursos en beneficio de la sociedad, de la comunidad. De hecho, es obligatorio realizar trabajo social para disminuir tus impuestos. Entonces, haciendo trabajo social allá con otras comunidades que tenían sus problemáticas particulares, me dije: Pero ya va, ¿y Venezuela? Estoy aquí, tan lejos, con estás comunidades, pero, ¿qué estoy haciendo yo en pro de mi país?, con todo lo que está pasando allá. Eso fue, en parte, lo que me hizo tomar la decisión de retornar.
Una vez estando aquí, mis primeros trabajos ni siquiera fueron dentro de la comunicación social, en la radio o la televisión, sino de voluntariado. Entre esas ofertas recibí la propuesta de las Olimpiadas Especiales. Allí comencé entrevistando a los atletas y a sus familiares; a escribir sus historias de vida para que ellos pudieran ser conocidos y llegar a más gente. Fue cuando sentí que verdaderamente estaba logrando esa integración: aportar desde mis recursos profesionales al beneficio de las comunidades y sus necesidades. Eso me ayudó a hacer mayor conciencia de distintas realidades, y qué bonito que fuera utilizando mi talento como comunicadora social.
Lo menos que me imaginé era que ser voluntaria me iba a llevar también a ascender en mi carrera profesional. Año tras año fui ascendiendo. Un año animé las competencias, al siguiente me invitaron a presentar a los atletas en tarima, hasta que llegué a ser embajadora de las Olimpiadas en Panamá. En 2014, recibí un reconocimiento como voluntaria del año, eso es algo que atesoro y es muy representativo para mí. Hoy día, soy la voz oficial del grupo Mimesa, y ellos llegaron a mí a través de ese voluntariado que hice en las Olimpiadas Especiales.
Una vez alguien a quien admiro mucho me dijo: «El sentido de todo es vivir con propósito». Y creo que de eso se trata, de que, más allá de demostrar tu talento, seas parte de la diferencia, aportes algo distinto, algo con un sentido mayor. Darse cuenta de que nuestros recursos, nuestros valores, pueden ser utilizados para algo más allá que simplemente hacer dinero, y comenzar a preguntarnos qué puede aportar cada uno para beneficio de su comunidad, para mejorar, desde lo más sencillo. Allí es cuando verdaderamente ocurre la magia, creas un antes y un después. Cuando te preguntas a ti mismo el por qué estás haciendo lo que haces, qué hay detrás. Qué te mueve. Y qué maravilla que tú, tratando de ayudar a otros, puedas también recibir un beneficio para ti. A veces lo que tú menos imaginas es lo que te impulsa a crecer. Finalmente, uno recibe de la vida lo que da a los otros. Y yo creo que todos los seres humanos tenemos virtudes, talentos, estudios, valores, o algo que nos hace destacar.