Yanelly Márquez

"Todos tenemos cabida"

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Nací en un pueblito llamado Tovar, en Mérida. Soy la hija menor de una familia de cinco hijos, cuatro mujeres y un varón, mi hermano es el del medio. Nueve años después de mi cuarta hermana, nací yo. Hoy día cuando pienso, desde una visión feminista, sobre lo que es el patriarcado, me doy cuenta de que nací en un hogar diferente a lo que me rodeaba, porque, por ejemplo, entre las vecinas, mi mamá era la que trabajaba. Ella trabajaba en un hospital como enfermera auxiliar, a pesar de que solo tenía tercer año de bachillerato, y mi papá también trabajaba en el hospital. Ambos compartían los roles en casa, papá ayudaba a mamá con los hijos. Aunque papá también era algo machista yo tengo imágenes suyas dándome comida cuando era pequeña, lo que tal vez no pasaba en otras familias. Mi mamá siempre nos decía «ustedes tienen que estudiar y ganar su propio dinero para no depender de nadie». Luego, comprendes que esas son las cosas que tienes que hacer para romper las desigualdades; estudiar, prepararte, romper esos círculos.
Apenas terminé la universidad en Mérida, en la ULA, me vine a Caracas. Conocí KPMG cuando fueron a la universidad; ellos llevaron un panfleto que tenía una pista de atletismo y en esa pista había hombres y mujeres con traje como saliendo a correr, como un reto solo para los mejores. Yo me dije «quiero ser socia de KPMG», porque sabía que eso implicaba mejoras desde muchas perspectivas, pero también me apasionaba saber que había un rol importante al ayudar a organizaciones a ser cada vez mejores. Hoy en día soy socia en KPMG, una firma de auditoría y consultoría legal.
Tengo 28 años en la firma y, entre las múltiples actividades, estoy a cargo de todos los servicios de sostenibilidad y cambio climático, y hacia lo interno, soy líder de inclusión, diversidad y equidad. Cuando me dijeron que me encargara de esa área tenía conceptos completamente errados de lo que era trabajar por el empoderamiento de la mujer; fue genial esa designación porque coincidió con la creación de AVEM, que es una asociación para el liderazgo empresarial de las mujeres.
Crecemos en la sociedad viendo algunas cosas como normales y no nos damos cuenta de los sesgos. Pero después de que te educas te das cuenta de que, por ejemplo, si eres mujer, te toca llevar la minuta o servir el café. O vas a reuniones de trabajo donde acompañas a un colega, hombre, y no te miran, cuando hablan se dirigen a ese colega, y entonces te preguntas ¿por qué? Son esas pequeñas cosas que vas observando a través de la educación.
Mi propósito es ayudar a las organizaciones a transformarse de manera sostenible. Con equipos diversos para solucionar los problemas, en perspectiva y visión. No se trata de que en un equipo sean solo mujeres o solo hombres, sino un grupo mixto donde todos tenemos cabida, hombres, mujeres, negros, blancos, judíos, católicos… Cada persona con su talento, donde podamos desarrollarnos por igual en un lugar seguro; cada uno con su esencia.
Mi familia es algo por lo que doy gracias a Dios todos los días; mi esposo, hija, y también el hogar en donde nací. El nacimiento de mi hija fue algo muy especial, uno no cree que puede amar tanto a alguien. Llevo este anillo que era de mi mamá. Ella murió hace apenas un año, es simbólico y valioso para mí. Mamá fue una mujer que me impulsó siempre a hacer las cosas mejores. Con una inteligencia emocional que yo hubiese deseado tener, cuando uno se iba un poco a la parte emocional ella te traía a tierra. Siempre tenía esa palabra de aliento «lo estás haciendo bien».
Cuando uno toma un proyecto nuevo, siempre da miedo no tener las capacidades, o cubrir todas las expectativas. Hay que tener coraje para afrontar los retos. Cuando algo no sale bien debes buscar cómo rectificar, alzar la mano cuando algo no está bien, o no es correcto. El coraje es una palabra tan poderosa, y da miedo a veces, pero tener coraje es soltar los miedos, superarse y crecer.