Inés Ruiz Pacheco

"Estudiar cocina me reconectó con mi sensibilidad de mujer"

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A mis 30 años estaba pasando por una crisis existencial, cuando un día, en mi trabajo, me pidieron generar un vínculo con el cocinero venezolano Sumito Estévez. Fui a su escuela de cocina que estaba en la Isla de Margarita, y cuando lo escuché pensé: «Esto es la cultura, pero desde la cocina». Recuerdo que esa entrevista fue en agosto; en diciembre renuncié a mi trabajo en el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, donde tenía 10 años trabajando, y en enero empecé a estudiar cocina con un grupo de muchachos que tendrían entre 16 y 17 años.
Me hice cocinera durante un proceso de mi vida en el que tenía ganas de encontrarme conmigo misma. Desde la cocina me conecté con una dimensión del país que desconocía, y me reconecté también con mi feminidad y sensibilidad de mujer. Entiendo que históricamente la cocina ha sido el espacio de represión y obligación del día a día para muchísimas mujeres, pero en mi caso, significó un renacer desde el punto de vista práctico, porque podía consentirme, preparar lo que yo quería con los ingredientes que yo quería y regalar ternura a través de lo que cocinaba; era una dimensión nueva en toda mi vida. Un universo maravilloso.
Me gradué, y con Sumito y su esposa, Silvia, nos planteamos la posibilidad de generar un espacio para que más personas pudiesen recibir una beca para estudiar cocina. Creamos la Fundación Fogones y Bandera, de la cual fui directora, y promovimos la gastronomía como parte de la identidad de Venezuela. Becamos estudiantes de un grupo de escuelas de cocina aliadas, que después tenían el compromiso de ir a comunidades a enseñar cocina a las mujeres que tuviesen interés de emprender. Actualmente coordino el Cluster de Seguridad Alimentaria y Medios de Vida, y trabajo con organizaciones que se encargan de brindar asistencia alimentaria de la respuesta humanitaria. No ejerzo la comunicación social como periodista, pero creo que es el hilo transversal en mi vida, porque todo lo que he hecho pasa por comunicar y conectar personas.
Tuve la dicha de ser hija de una mujer feminista y docente, que tenía la vocación de enseñar a leer y escribir para promover el pensamiento crítico. Me quedó para la vida cuestionarme todo, pensar en alternativas para encontrar soluciones y tejer redes de asociatividad. Como ingrediente en mí tengo la capacidad de moverme y empezar tantas veces como sea necesario. Y en cada comienzo hay solidaridad, empatía. Tejer redes de mujeres en mi vida ha sido una herramienta para aprender, crecer, contenerme cuando es necesario, dar y recibir. Siempre he estado rodeada de mujeres maravillosas que están, escuchan, y te inspiran. Inspirarme de mujeres ha sido también otro ingrediente recurrente. Siempre desde identificar qué es lo que me gusta, no desde querer ser como otra. Creo que la autenticidad también es un ingrediente necesario para poder decidir qué se quiere hacer en el camino. No me quiero parecer a otra persona, pero otra persona puede tener rasgos con los que me identifico y quiero desarrollar.
Cuando me fui a vivir a Margarita vi cómo la isla veneraba a la Virgen del Valle, yo era un poco apática con el tema de la religión. Me fui vinculando con eso desde lo cultural y terminé absolutamente devota de la Virgen del Valle. Conocí la fe y entendí que nada de lo que hago realmente lo hago yo, sino que lo hago porque hay una divinidad que me pone ahí para hacerlo. Entendí que no soy yo sola, sino que soy yo junto a una divinidad superior que puede ser el Ávila, cielo, mar; la Virgen del Valle. Creo en Dios, pero también creo que Dios es toda la naturaleza que me rodea.
Cuando estoy a punto de hacer algo que me genera duda o miedo, me pregunto: ¿Qué me genera miedo? ¿Qué me genera duda? ¿Qué pasa si no hago esto? Siempre hay una respuesta que me acelera el corazón, y una que me da paz. De manera intuitiva elijo la que me da paz. Esa es mi forma de sintonizar la mente y el corazón: escuchar, hacerme preguntas, y sentir las respuestas. Poco científico, pero es la verdad. A veces la angustia está solo en el nivel de la mente, si la pongo en el nivel del cuerpo y el corazón, muchas veces no existe. Pero además, si le entrego eso a la divinidad, no hay problema ni hay duda. En los últimos años cuando estoy en apuros, digo: «Dios, ayúdame, te entrego esto»… Así he tenido resoluciones maravillosas, y he tenido resoluciones que en el momento me parecen terribles, pero que en el tiempo terminan siendo maravillosas.
Me gustaría sembrar en el corazón de las personas la solidaridad, mirarse en la otra persona. Tengo la fortuna de tener un trabajo que me obliga a viajar e ir a lugares poco visitados, comunidades lejanas, de difícil acceso y pocos recursos, donde hay muchísimas necesidades. Y cuando llegas hay siempre personas alegres, agradecidas; con una capacidad de hacer y vivir con tan poquito. Esas personas me sostienen. Saber que lo que yo hago incide en sus vidas y en la vida de mi familia, me sostiene.