Siempre me han gustado muchas cosas. Me gradué de diseñadora, pero fui maestra de preescolar—la teacher de inglés—durante 30 años. Luego pasé a trabajar en asesorías y pasantías con bachillerato, cosa que me encantó. Soy montañista, ambientalista, me encanta todo el tema de lo que tiene que ver con la naturaleza, las actividades al aire libre. Y me casé con un montañista, José Antonio Delgado, mi inspiración para hacer todo el montañismo que yo he desarrollado en mi vida. Juntos fundamos una asociación civil donde trajimos el festival Banff Mountain Film a Venezuela. Hoy en día soy la directora del Banff Venezuela, y desde hace 22 años representa el Banff Mountain Film Venezuela. Entendí que aquí, con todo el proceso que conlleva la realización del festival, era el lugar donde se unían todas las cosas que a mí me gustan, y que parecían disparatadas: la montaña, contar cuentos, el diseño—porque tenía que trabajar con el diseño—, y la educación. Ahora, junto a mi hija, somos parte del staff de traducción del festival para el tour en español.
Mi esposo muere en el año 2006 y deja un cuento maravilloso que es «La gran montaña», lo dedicó a nuestros hijos, Sofía y Tomás, y a mí. Resulta que, con el tiempo me empezaron a llamar para hacer conferencias a partir de la muerte de mi esposo; entonces desarrollé unas conferencias que les puse por nombre “¿Cómo llegué yo aquí?”, acerca de la pareja, vida, muerte y propósito de vida. Luego, continué haciendo las conferencias a partir del cuento de «La gran montaña», comprendí que tiene claves importantes para la concreción de los sueños en la vida. Y me dije «aquí están todas las claves del emprendimiento». Así que desarrollé una conferencia de emprendimiento para jóvenes a partir del cuento. De esta manera se ha ido uniendo en mi vida, lo que es la naturaleza y el montañismo, como fuente de fortaleza, inspiración y de aprendizaje permanente.
Recuerdo mi primera excursión a Mérida, fui con tres amigos. Cuando pusimos la carpa, de mi lado había unas raíces que me incomodaban en el costado, así que apliqué la barajita de —¿podemos cambiar de puesto?—a uno de mis compañeros. Y cambiamos de puesto —fue peor—, me cambié a otro y así fui rodando por todos los espacios de la carpa hasta llegar al mismo puesto que tenía al principio. Fue una gran lección, aprendí que por más incómodo que estés, el que está al lado puede estar peor que tú. También, aprendí a tener mi raíz debajo del costado.
La vida me ha dado «golpe parejo», es así, ¡aprendes, o aprendes! Porque lo puedes hacer diferente. ¿Cómo hago para que sea diferente? Pasé por esa etapa de mi vida preguntándome ¿por qué yo?, como víctima, todo el día en un estado de indefensión; eso no sirve para nada, decidí cambiar el ¿por qué yo?, a preguntarme ¿para qué? Me di cuenta de que las cosas que pasaban en mi vida empezaron a impactar en la vida de los demás, y yo no entendía por qué. Estoy pasando por un proceso de entender mi rechazo interno, es muy fuerte; porque yo decía «todo el mundo ve algo que yo hubiera querido que no pasara»; se había generado una cierta admiración por mi capacidad de resiliencia, fue a partir de la muerte de mi esposo y no por un logro personal, cuando empiezo a ser muy notoria, claro, también cuando él hizo el Everest, que fue una noticia buena y bonita; pero cuando él muere, eso es algo que tú deseas que no hubiera ocurrido, y entonces te haces muy visible por algo que tú no quieres.
Durante mucho tiempo viví esa experiencia, inconscientemente, del rechazo en mi interior, y no fue sino hasta el año pasado que dije «¡no más!». Y empecé a escribir un libro que se llama «La yo que nunca quise ser». Entonces estoy como en un proceso de perdón a mí misma. Y bueno, entender que no es como uno escoge las cosas, sino que, simplemente, es como pasan, y me dije «ok, si esto es lo que me tocó, ¿qué hago con esto que me tocó?». Se trata de despegarse de quién eres o de quién tú crees que eres, para darte el permiso de ser lo que sea que está naciendo dentro de ti, todos los días.
Yo he decidido que esto que estoy viviendo es mi felicidad, no porque no vea los problemas, sino que decido poner mi atención en lo que me sirve. Entonces, yo creo que esas son las cosas que uno termina haciendo, porque es tu decisión de vida, no obviar los problemas que están, ni las dificultades, pero hay que lograr que nada de eso obnubile lo bonito, lo valioso, y los detalles de la vida. La montaña siempre va a venir, de una u otra manera, a mis experiencias de vida. A veces estás en una carpa y te das cuenta de que se te acabó la comida, y lo que está ocurriendo afuera es una tormenta. Nos tocó una vez una lluvia en la laguna El Suero, en la base del Humboldt, llegamos de noche. No nos dimos cuenta donde pusimos la carpa y estábamos en la zona de arena de la laguna. Llovió toda la noche y empezamos a sacar agua. Cuando nos dimos cuenta estábamos dentro de la laguna. Y ¿qué haces? ¿te amargas? No, no te puedes amargar porque te puedes morir. Entonces empiezas a actuar, «¿qué hay que hacer para mantenernos vivos?».
Todo lo que hacemos en esta vida es una concepción, una gestación y un parto. Hay gestaciones y partos más difíciles, y otros más fáciles. Tengo dos hijos que son una bendición y fortaleza enorme, en especial cuando pierdo a mi compañero de toda la vida. Entonces, renacemos cada tanto tiempo, y seguimos pariendo hijos, aunque no sean hijos reales. Esto de alguna manera se convirtió en una forma de entender, para mí, la vida, que siempre puedo renacer. Y que no solo somos físicamente, sino que hay algo más que nos conecta, y es más grande que nosotros. Somos una circunstancia que nos toca, pero que si la ponemos al servicio hacemos algo más grande. Y no siempre es la tragedia lo que te va a conectar.