Laura Louza

"La dignidad humana, eso es la base de todo"

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Yo creo que siempre he tenido un fuerte ideal de justicia, sobre todo después de haber elegido el Derecho como carrera. Me duele mucho que la gente no pueda hacer efectivos sus derechos, en el contexto que sea. Eso es algo que viene muy arraigado en mí, reclamar la justicia. Recuerdo que de niña esa era mi frase preferida: ¡No es justo! Me quejaba de muchas cosas: en la escuela, con mis compañeros, la maestra… Claro, detrás de eso había un trasfondo, una historia personal.
Mis padres eran emigrantes, ambos venían de situaciones muy injustas, desplazados por la guerra, el nazismo y el fascismo europeo. Mi mamá nació en Italia y mi papá era judío de origen francés, vamos a decir que era más bien un ciudadano del mundo. Papá quedó huérfano, lo criaron unos primos. Mi abuelo materno estuvo desaparecido un tiempo y creían que había muerto, fue muy doloroso todo lo que les tocó vivir. Por eso mis padres decidieron irse de sus lugares de origen y buscar otro destino. Llegaron a Venezuela y aquí se conocieron, y formaron familia. Pero siempre fuimos nosotros, los cuatro gatos para todo: papá, mamá, mi hermana y yo.
Entonces, yo crecí en medio de esas historias. Por eso sé lo que es vivir el drama de la separación que hoy en día atraviesan muchas familias venezolanas, personas que debido a la crisis tienen que dejar a sus seres queridos para emigrar. Vivir en Venezuela, conociendo de Derecho Constitucional y Derecho Administrativo, y encontrarme con tendencias políticas que rozan extremos totalitaristas, fue algo que nunca me dio buena espina, precisamente porque sabía lo peligroso que podía ser para el Estado de derecho y sobre todo para la independencia judicial; que podría dar pie a muchas injusticias.
Mi gran preocupación era lo que pasaba con el Tribunal Supremo, por el cambio en el derecho venezolano que se estaba dando, de lo cual nadie sabía cuál era el impacto que implicaba; porque claro, era un tema que no le llegaba al público en general. La gente se empezó a dar cuenta luego, bastante tarde. En ese escenario es que se crea nuestra ONG Acceso a la Justicia. Nuestro trabajo es el análisis de lo que es la normativa nacional y la jurisprudencia, sobre todo la del Tribunal Supremo. Ver hasta qué punto se acerca o aleja de los estándares internacionales en materia de derechos humanos o de derecho constitucional. Se documenta, se generan datos, se denuncia. Pero sabemos que es un trabajo histórico, que se empleará a futuro, cuando sea necesario.
Cuando yo empecé con esto me decían que era una romántica del derecho, incluso de manera despectiva, porque obviamente esto no da plata. Además, yo me involucré más desde la academia, desde otro perfil. Tenía colegas que me decían: pero, ¿qué vas hacer en Venezuela? Aquí no hay nada que hacer, esto no tiene solución. Y yo decía: bueno, si todos pensamos así entonces nadie se involucrará nunca en la gestión pública. Mi interés no estaba en lucrarme. Mi lucha siempre ha sido salvar lo salvable. Es una lucha social, humana, por el país, a pesar de todo lo que pueda estar en contra. Perseverar y confiar. Hoy en día, muchos de esos mismos colegas reconocen el valor de nuestro trabajo.
Paradójicamente, con el tiempo he entendido que la vida no es justa, y no lo digo desde un punto de vista triste, sino que obviamente el asunto es más complicado, más complejo. Definir lo justo y lo injusto es algo difícil, porque nosotros en la vida no tenemos ningún tipo de certezas. Eso lo comprendí también mientras dictaba la cátedra de Sociología del Derecho en la universidad, ahí pude darme cuenta de cómo la realidad social influye en el Derecho y viceversa. Pero, aun cuando los seres humanos, las sociedades y sus valores son cambiantes, hay condiciones básicas, fundamentales, y es ahí donde el Derecho juega un papel importante, no para controlar, sino para regular la vida en sociedad a fin de garantizar la dignidad humana, eso es la base de todo.
No hay democracia si tú no tienes garantizados tus derechos, como la libertad de expresión, como exigir la rendición de cuentas del Estado, la transparencia, la institucionalidad, etcétera. Se ha ido entendiendo, por las malas, el valor de la identidad nacional, así como del trabajo, del logro profesional, del servicio, de ser responsable, cortés, amable con el otro. Cultivar la cultura y la conciencia ciudadana.
A pesar de que el venezolano es muy criticado, yo siento que aquí es donde he visto más marcados los valores de solidaridad, confianza, generosidad, cosas que a veces son difíciles de ver afuera. Eso es algo que aprecio mucho de este país. Sin embargo, aún hay mucho por hacer, tenemos que enfocarnos en ofrecer la mejor educación posible desde los niveles más básicos. La educación y el trabajo son fundamentales para la realización de todo ser humano, para lograr una vida digna, próspera, plena; y todos debemos tener acceso a esa posibilidad. En este proceso que atravesamos como sociedad, ya hemos visto nuestras sombras y nuestras luces. En este momento veo que se está gestando un cambio de mentalidad a partir de la lección aprendida en varios aspectos durante todos estos años de crisis. Yo sí creo que es posible una reconstrucción que pueda llevarnos hacia otros caminos más felices. Eso es lo que queremos justamente, reconstruir. Podemos ser otra cosa, podemos mejorar. Ser como el ave fénix que resurge de las cenizas. Esa es la esperanza.