Siempre me vinculé con organizaciones o espacios donde pudiera ayudar. Estuve durante seis años presidiendo una casa hogar ad honorem, buscando fondos para los ancianos y tengo tiempo como colaboradora de la Cruz Roja.
Mi mamá era una mujer muy colaboradora. Era enfermera y después que se casó, dejó su oficio para dedicarse a ayudar a la comunidad sin ningún pago. Aprendimos con ella que eso de ayudar al prójimo no es un deber, sino el camino para alcanzar la felicidad.
Soy de La Vela de Coro, estado Falcón. Soy abogada. Siempre me dije que tenía que hacer una labor humanitaria, porque si no, me siento mal. Es como que si yo no le agradeciera a Dios, porque si Él me dio el privilegio de poder ayudar, ¿por qué no hacerlo? Si me dio el privilegio de tener conocimientos ¿por qué no transferirlos? ¿Por qué ser egoísta y esperar un pago para hacer las cosas?
Llevo mucho tiempo con un proyecto humanitario de violencia basada en género, derechos humanos y empoderamiento femenino. El trabajo en comunidad, lo empecé batallando, viendo necesidades y grupos vulnerables con los que a veces te encuentras atada de manos para ayudar, y con los que solo puedes orientar; gracias a Dios, ACNUR nos tomó como aliados y empecé como promotora comunitaria. Era lo que yo quería, poder quedarme en el sitio, vivir el día a día, conocer qué es lo que siente cada comunidad y cuál es su contexto, porque cada comunidad es distinta, como somos cada uno de nosotros. Aprendí a respetar, a entender que yo era una visitante y no podía interferir en sus problemas, y así, me fui formando. Procuramos ser muy neutrales y no llevar nada que represente mucho valor en la vestimenta, para no incomodar, eso también nos lo enseñan para este tipo de labor.
Debido a que la nuestra es una comunidad expulsora, frecuentemente tenemos personas desaparecidas por lanchas que se van, unos por naufragio, y otros, simplemente desaparecidos. En el mar, muchas veces no sabemos para dónde partió una embarcación, ni cómo fue, ni qué ruta seguir para encontrarlos, pero entonces ¿qué pasa con el que queda aquí? Pues que tiene una serie de conflictos que se le vinieron encima en un día, en un minuto, en un segundo. Se queda con un problema social, legal y moral, que le va a repercutir en el día a día. Así, a través del Comité Internacional de la Cruz Roja, se creó un proyecto para atención a familiares de desaparecidos.
No voy a negar que eso te afecta, pero hemos aprendido, a través de talleres donde fui cultivándome, sobre técnicas de autocuidado; si tú no eres capaz de ayudarte, no puedes ayudar a más nadie. Con las formaciones he aprendido a escuchar activamente, sin juzgar, sin señalar, a ser empática, a tratar de entender, y digo «tratar» porque muchas situaciones solamente las entiende el que las está pasando; así que la preparación no es solamente en lo profesional, sino también en lo espiritual, en el autoconocimiento, en cómo manejar mejor mis emociones frente a realidades tan duras.
Todos los días, estoy lista. Muy pocas veces digo «no se puede». El «sí», es que todo se puede. Por supuesto, siempre y cuando no se violente el espacio de los demás, siempre y cuando no lastimes al otro, eso es fundamental. Entonces tú tienes que saber cuál es tu voz en el momento en que estás actuando, así que si sabes que vas a decir algo para lastimar, muérdete la lengua, porque después que lastimas, no puedes recoger nada: cuando lastimas, ya es tarde. El primer principio es «amarás a tu prójimo como a ti mismo». Si tú sabes cuál es tu voz en el momento preciso, vas a conquistar y ahí está el sí, el de cada día, el que está en cada paso que das.