Hace muy poco entendí que todo lo que había hecho en los últimos años de mi vida era demostrar que ante la adversidad uno sí puede. Vamos viviendo los sucesos progresivamente, pero realmente los entendemos cuando vemos hacia atrás. Esa búsqueda de lo que me mueve las fibras me acercó a descubrir mi propósito. Entendí que el emprendimiento es lo que más me moviliza y apasiona. Me inspira mucho el saber que otros pueden ver en mí una referencia para hacer cosas y me encantaría poder ayudarlos a hacer realidad sus sueños. Esa es mi definición de éxito.
Ahora estoy enfocada en apoyar a otros emprendedores que les cuesta ver cuál es su foco y no saben por dónde empezar. Sé que muchas veces perder el norte es lo que más drena energía y tiempo. Siempre se pueden abrir un montón de caminos, pero realmente no podemos estar en todo a la vez.
Por eso la palabra progreso para mí es súper importante, es parte de mis principales valores. No creo en los caminos fáciles, en tal caso puede ser más o menos cuesta arriba. Emprender es muy retador porque te lleva a ser una mejor persona y no todo el mundo está dispuesto a hacer ese trabajo, ya que muchos obstáculos están dentro de nuestras propias limitaciones. En nosotros están todas las herramientas; cuando haces del miedo y la incertidumbre tus aliados avanzas más rápido.
Estoy orgullosa de la persona en la que me he convertido y de las herramientas que he adquirido. Descubrí que en mí hay una dualidad que siempre está bailando. A veces soy soñadora y otras hacedora, por momentos una es más protagonista que la otra, pero hay dos Bárbaras que sin duda están muy felices con el proceso que han transitado. Siempre intento tener una visión esperanzadora donde reafirmo que lo que he hecho ha sido desde el amor y, por tanto, el resultado va a ser bueno porque estoy haciendo las cosas bien.
En la medida de lo posible siempre busco el equilibrio. Sin embargo aún no he logrado el balance perfecto al manejar dos proyectos que requieren mucho de mí. Hay momentos en que quisiera hacer mucho más. Mi espíritu hacedor se enciende hasta un punto en donde debo preguntarme cómo puede este impulso convivir con las otras áreas de mi vida. Uno suele darle más peso a las limitaciones que a las oportunidades, y es un trabajo diario el recordar constantemente que sí puedes y que ya lo has hecho antes.
Esto lo he puesto en práctica tanto en el ámbito de la comunicación como en mi emprendimiento Choco Guardián. Creo que el cacao pudiese llegar a ser eso que nos regrese un poco la esperanza, porque además nos conecta mucho con nuestras raíces y, para mí, volver a las raíces siempre es importante ya que nos permite apropiarnos de lo que somos.
La primera vez que estuve en una hacienda de cacao sentí una conexión con la naturaleza fascinante. Dije ¡guao!, realmente esto es grande y mágico. Enseguida se me prendió la chispa de que ahí había algo importante para generar prosperidad en mi país y en las personas que lo trabajan. Pienso que el turismo y el cacao son dos sectores que pueden potenciar muchísimo a Venezuela, y parte del propósito de Choco Guardián es poder conectar a los amantes del chocolate con las haciendas de cacao.
Quiero aportar desde mi visión y experiencia. Sé que me queda mucho por dar y que mi apoyo puede ir más allá de lo que estoy dando para mi marca. La ilusión y la esperanza me hacen permanecer, saber que a pesar de las dificultades me sigo impulsando todos los días y que hay gente que también se inspira y se motiva al escuchar mi historia. Una historia de progreso, en la que es posible ir de menos a más. Donde crear una vida más alineada con uno mismo, es crear una vida más feliz.