Empremujeres y Fundación Soy Crear nacen en un momento difícil de nuestro país, en pleno 2017 con las protestas. Durante esa época escuchaba a mamás que de plano decían que sus hijas no iban a poder, que no había oportunidades, un discurso con una carga muy limitante que me dolía profundamente. Sin embargo, como buena testaruda, estaba convencida de que tenía que mostrarle a la gente que Venezuela es más que lo que dicen de ella. Donde escuchaba un no, lo transformaba en un sí lo podemos hacer.
COMOR, que es Comunidad Organizada, es nuestra fundación, y su nombre, que también suena a “amor”, busca en definitiva cultivar el amor, ese que es incondicional, junto a los valores, y bueno, uno que es católico dice: —¿Cuál es el centro de la doctrina católica? —Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Eso es que tú te ubiques en el zapato del otro como ser humano, eso es la empatía, porque muchos hablan y dicen cosas de la boca para afuera, pero no lo sienten.
Creo profundamente en la educación para el desarrollo de las personas, los países y las familias. Además, siempre me ha fascinado lo social, la empatía se me da naturalmente y con facilidad. Tal vez es porque he hecho labor social desde que tengo uso de razón. En mi familia siempre estuvo presente, estudié en un colegio católico donde era algo común y luego me gradué en Recursos Humanos.
Entonces, lamentablemente el lenguaje puede ser tramposo y las palabras terminan usándose para manipular, por eso no podemos creer muchas veces en lo que dicen; hay que ir más al fondo. La palabra tiene un fondo que es el corazón. Ojalá pudiéramos conseguir un mundo donde la gente realmente se expresara con coherencia y sin manipular, mucho menos, guiar por caminos no adecuados a las personas. Ese es uno de los grandes retos de la sociedad, sobre todo de quienes gobiernan, que tengan la convicción de llegar a los puestos de decisión pública para hacer el bien.
Yo trabajé con campesinos, indígenas, pescadores, con esa población sensible a la que el Estado tiene que propiciar un apoyo, no una presencia paternalista en la que le da todo, sino una que favorezca el descubrimiento de potenciales. Porque cuando uno descubre quién es y para qué sirve, mira, es un momento contigo misma, donde sientes que estás conectada con lo divino y formas parte de la naturaleza; eso es lo máximo, o sea, que te sientas bien con lo que haces, que despiertes.
El gran reto de la educación es que al niño, como ser humano, hay que enseñarle a conocerse. Pero no puedes pedir al colegio que lo haga todo; en la casa, de alguna manera, hay que fomentar esos valores. Así que la familia es fundamental para que los seres humanos puedan afianzarse en sí mismos y puedan descubrir su potencial.
La familia va creando, no solo la identidad, sino también la pertenencia. Yo apoyé a muchos hogares de cuidado diario, fomentando la importancia de la figura masculina y la figura femenina para identificarse o diferenciarse de su sexo. Nuestra fundación tiene como uno de sus ejes centrales el género, referido al hombre-mujer, concebido como una unidad sagrada en la que es tan importante el hombre como la mujer.
Yo creo en el feminismo de derechos humanos, no en el hembrismo, porque es tan malo como el machismo. El machismo se basa en el predominio del hombre sobre la mujer, en que el hombre manda y la mujer obedece, el hombre en la calle, la mujer en la casa. Pero cuando la mujer trabaja, cuando es ella quien está en la calle, pareciera que por tradición, también tiene que asumir las actividades que se hacen en la casa, como la limpieza, la comida y los niños. Tampoco uno puede dar jaque al hombre, yo no puedo tener mi igualdad sometiendo al otro. Entonces la comunicación es fundamental, el trabajo compartido. Apoyarse de manera tal que actúen como realmente les haga sentirse bien.
Por otra parte, la mujer debe tener participación política, tomarse en cuenta la paridad con alternabilidad, no por el hecho de ser mujer, sino porque ella se ha preparado. Hay que tener la conciencia de que a quien elijamos para dirigir destinos y tomar decisiones, sea gente preparada en alguna profesión y, sobre todo, en lo que yo llamo sensibilidad social.
Las palabras solas no bastan. Es fundamental que lo que yo piense, diga y haga, estén en sintonía. Uno tiene que aprender del silencio, porque el silencio es la comunicación con Dios.