Anna Figueroa

"Contrastar Realidades"

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Mi primer acercamiento formal a los derechos humanos fue cuando entré a Cecodap, una ONG que aboga por los niños, niñas y adolescentes. Sin embargo, la primera experiencia que me marcó fue de niña. Junto con mi mamá le llevaba comida a los viejitos de los ancianatos en Caracas y eso para mí fue una experiencia muy poderosa, formativa en mi educación y en mis emociones. Ver a una persona tan importante en mi vida haciendo un acto de servicio tan noble, fue lo que me inspiró desde muy pequeña a empezar en esto de luchar por el otro y buscar justicia para los que no tienen voz.

Además de eso, algo que me ayudó bastante a contrastar realidades fue mi propia experiencia. Yo vivía en el barrio La Pastora, en Caracas, que es una zona bastante pobre y estudiaba en un colegio de personas bastante adineradas. Ese contraste entre lo que veía en mi casa y las realidades que vivían mis compañeros de clase o mis amigos me ayudó a desarrollar mucho esa empatía.

En Cecodap tuve que hablar por primera vez de este contraste. Me di cuenta de que nunca le había dado un nombre pero que realmente había sufrido bullying por mi condición socioeconómica. Esa era una herida que estaba ahí y que no hablé con nadie por muchísimos años, ni con mis papás ni con mis profesores. Escribí una historia hipotética con mi caso para trabajarlo en un taller y participé por primera vez en paneles con expertos para hablar del tema.

He tenido que contar mi historia muchísimas veces, al principio fue un reto difícil, pero con el tiempo, se ha ido haciendo más fácil. Uno encuentra en el activismo herramientas para combatir los problemas que ha atravesado. Además, darse cuenta de que algo tan sencillo como abrirse puede ayudar a otras personas hasta el punto de cambiar cosas en su propia vida, es muy poderoso.

Mis grupos de apoyo, mi familia y la fe me dan fuerza. Soy una persona muy espiritual, practico la religión católica y, en esos momentos donde siento que no puedo, me ayuda conectarme con Dios. Tengo un rosario rosa chicle que me encanta y siempre llevo conmigo. Me lo regaló un amigo muy querido que es artesano. Rezar el rosario me ayuda en momentos de dificultad, de agradecimiento y a conectar con mi comunidad y mi familia. Más allá de lo espiritual, es una muestra de ese amor de mis seres queridos hacia mí.

Siempre que hablo de mi historia de vida, hablo de la transformación del dolor en acción, convertirlo en voluntariado. Para mí esa es una forma muy bella de sanar. A Anna chiquita le diría que no tiene la culpa de las cosas que pasaron en su vida, fueron circunstancias que no podía controlar. Le recomendaría que lo hable a pesar de lo que pueda doler. Al final, entendí que todos llevamos nuestra propia cruz, sin importar la situación en la que nos encontremos.

Preguntarme qué define lo que soy me ayudó mucho: ¿me dejo llevar por cómo las otras personas ven mi situación o más bien por cómo yo la veo? Para mí, mi experiencia en el barrio no era negativa, realmente viví muchos momentos hermosos ahí. Mi barrio, mi casa, mi gente, son cosas de las que estoy sumamente orgullosa. Esas son mis raíces, vengo de ahí y no lo cambiaría por nada. Es lo que me ha llevado hasta donde estoy hoy y siento que todo se dio como debía darse..

Creo que todo empieza desde el servicio, ayudando al que lo necesita, así sea en una acción pequeña. Especialmente en Venezuela, el bullying es un tema que afecta a una gran cantidad de jóvenes en muchísimas escuelas, pero como está tan arraigado en la cultura venezolana no se ve como un problema. Darle voz a estos temas permite que otras personas empiecen a pensar desde otro punto de vista.

Para mí fue increíble tener la oportunidad de asistir a Ginebra. Pude participar en un programa donde elegían a 12 adolescentes de todo el mundo que trabajaban con distintas áreas de derechos humanos. Adquirí herramientas en derechos políticos, medioambientales, violencia de género, migración.

Me gustaría seguir enfocada en los derechos de la niñez y de la adolescencia porque es un tema que, por muy loco que parezca, se ha trabajado muy poquito. En el mundo todavía hay muy pocas organizaciones que trabajan con este tema e incluso hay países que no tienen legislaciones al respecto, a pesar de que los niños, niñas y adolescentes conforman una gran parte de la población mundial.

Quiero seguir representando a mi país en espacios nacionales, regionales e internacionales. También me gustaría aportar a las investigaciones sobre los niños venezolanos migrantes, es un tema que se habla muy poco. Es importante velar por nuestros niños, pero no nada más los que se quedaron en el país, también los que se fueron ya que también enfrentan muchas dificultades tanto a nivel físico como a nivel emocional.

Más allá de eso, no quiero dejar de trabajar en pro de lo local en mi barrio. Para criar un niño hace falta una aldea, y siempre he pensado que he tenido la mía porque al uno criarse en un barrio uno crece con la aldea. En mi casa siempre fuimos seis, más allá estaba la casa de mis tíos y primos, y en una esquina la casa de mi abuela. Aparte de eso estaba la señora de la bodega, el señor de la esquina, el que siempre pasea al perro. Crecí rodeada de amor y de cariño y, a pesar de haber vivido muchos duelos, esas personas han vuelto multiplicadas por diez como parte de mi familia escogida.