Por razones familiares y experiencias personales, desde muy joven he tenido inquietud por lo social, por intentar contribuir con el mejoramiento de las personas, las comunidades y la sociedad. Vengo de una familia muy numerosa, con mucho compromiso social y con una gran capacidad de oratoria. Yo estaba siempre escuchando conversaciones con mucha curiosidad y admiración, entonces me planteaba cómo podría también hacer una contribución en el campo social. Todo esto me llevó de forma apasionada a la sociología.
Trabajo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas, desde hace 20 años, y desde hace 10 estamos desarrollando una experiencia en el ámbito de educación integral de la sexualidad. Desde ahí, he podido hacer una contribución en este tema; me motiva que los niños, niñas y adolescentes, principalmente, puedan tener conocimientos que les ayuden a tomar decisiones informadas y positivas, que no sean susceptibles a situaciones de peligro, que les lleven a construir su vida a partir de los propósitos que se planteen, propiciando un destino feliz, en el que puedan construir sueños que se conviertan en realidad. Pero no se trata nada más de soñar y ver nubes, sino de plantear un camino concreto hacia los propósitos que se persiguen.
El concepto de proyecto de vida, nos muestra cómo enseñamos a los niños y adolescentes lo que es el autoconocimiento, el respeto y la autoestima, y cómo, sobre una base de fortalecimiento de las capacidades personales y del foco en sus aspiraciones, entendemos que estas no tienen que ser algo abstracto, sino que se pueden materializar. Y esto, desde un enfoque de motivación al logro, puede llevarte a aprender sobre cómo te ves en el futuro, sobre lo que quieres, el camino que quieres recorrer, ver lo positivo y verlo materializado, y lo más importante es que no es un destino final, es un destino continuo. Trabajamos por esas transformaciones que llevan a un mundo mejor.
Sin ninguna duda, uno de los elementos más importantes para lograr conectar con el sí, es la comunidad, es compartir, es buscar alianzas, buscar esas almas que están en la misma sintonía propositiva en la que andas tú. Entonces, siempre aparece, suma y comienzan a abrirse esos caminos verdes que en un principio parece que son imposibles. En ese sentido, nuestro primer frente de trabajo es el personal docente, activistas comunitarios, facilitadores comunitarios o personal de salud, a quienes damos la formación, porque es la primera etapa para abordar luego a la población. En mi caso hay un interés principal en atender niños, niñas, adolescentes, porque son una esponja, una masa que absorbe y tiene la capacidad de aprender y de razonar y de devolver para la vida propia. Eso es una cosa realmente bonita. Pero sobre todo el tema del empoderamiento. Vemos adolescentes que hablan, cuentan de sí, de sus retos, de sus metas, de sus derechos, y en sus testimonios siempre cuentan cómo este tipo de formación les cambia la vida.
Yo quisiera decirle a todas las niñas, adolescentes y mujeres, también a niños, hombres, a todo el mundo, que es fundamental estudiar, que estudiar es la base de cualquier cosa que uno quiera desarrollar y que, para contribuir con el mundo, lo ideal es que sea desde la solidez del conocimiento y la actualización permanente, porque el mundo va mejorando con la investigación, con los aportes de la ciencia. En este país hay oportunidades para estudiar y creo que hay que sacarle provecho. Incluso tu propio entorno te brinda posibilidades: si estás en un espacio rural, puedes conocer sus ríos, sus plantas, sus pájaros, la forma de producir, de pensar, en cómo puedes emprender desde tu espacio, cómo transformar; si estás en una ciudad hay la posibilidad de ir a los museos que son gratuitos, a conciertos, al teatro. O sea, no es nada más formal, sino realmente tener una pasión por conocer y por ver cosas y aprender de todo: cualquier acontecimiento o hecho que uno tenga al lado y que tenga la posibilidad de ver, aprovecharlo y transformarlo en una experiencia de aprendizaje. Es estar ávido en la vida por el conocimiento y por estudiar formalmente, pero también informalmente.
No es un propósito para mí dejar una huella en ninguna persona, sino hacer una contribución que no sea nada más mía, sino también de todas las personas que están conmigo, de los que están a mi alrededor, de la familia, lo institucional, lo comunitario. En todo caso mi huella es una huella que debe ser colectiva.