Yo soy comediante, tengo ya como trece años dedicada cien por ciento al humor, a la comedia. Estudié Comunicación Social, y hasta ejercí mucho tiempo el periodismo en medios impresos, en radio y televisión, incluso me fui a estudiar un posgrado a los Estados Unidos, estaba encaminada. Pero, la verdad, había algo en mí que siempre estuvo, desde niña, me gustaba imitar a personajes de toda mi familia, a los profesores, imitaba también los sketches de Radio Rochela, hacía mis chistes, era algo que se me daba. Cuando estaba viviendo en Nueva York, mi gente cercana, mis amigas, me decían: tú debes hacer stand-up, dedicarte a hacer reír, y ya.
En una de esas, me vine de Estados Unidos, estaba empezando la movida stand-up acá en Caracas, y me terminé montando en tarima con micrófono abierto sin tener ni idea de cómo se hacía eso, y me fue buenísimo. Ahí fue que empecé a pensar en serio en la opción de prepararme para ser comediante, de una manera formal, no empírica. Hice cursos, me puse a estudiar, a leer, me dediqué a presentarme todo lo que pude en tarima, hasta que de repente, muy rápido, me dediqué a la comedia y, desde el día uno, eso me hizo completamente feliz, nunca lo dudé.
Hacer reír al otro no es fácil, porque si bien muchos de los que nos dedicamos al humor lo hacemos porque nuestra gente cercana nos dice que hacemos reír, eso tiene toda una técnica, una estructura. Hay demasiadas herramientas que necesitas para que funcione. La improvisación, el clown, son artes que no solamente requieren de una escucha activa, sino estar atento, involucrarse y ser partícipe, algo que, de hecho, se aplica mucho en todo lo que es hoy el mindfulness y en muchas disciplinas de ese tipo que están de moda ahorita, y eso es porque no nos estamos escuchando, porque la humanidad ha dejado de escucharse, básicamente.
Entonces, la impro, por ejemplo, es el aquí y el ahora, es el vamos a crear juntos, es vamos a decir que sí, vamos a escucharnos y vamos a divertirnos, vamos a tratar de disfrutar lo que sea que nos tocó. Incluso en situaciones adversas, situaciones delicadas, como hace Doctor Yaso en los hospitales con los niños; es buscar conectar a través de la alegría, del juego, a pesar de la adversidad. No es que uno esté todo el día haciendo chistes de todo, sino que uno trata de buscar cosas que te den alegría a ti y a los demás. Ya por ahí empiezas a ver la vida distinta.
El humor es una herramienta muy poderosa. Creo que haciendo chistes se te desarrolla un lado del cerebro que no estabas usando. Además, brinda herramientas que uno puede aplicar no solo en la carrera como comediante, sino en la vida personal. O sea, en la impro, por ejemplo, todo está pensado como un equipo de fútbol para poder crear. Si no puedes ahorita, «pisa la pelota»… es decir, delega, apóyate en el equipo. Tienes que fluir con los demás también; si no estás en tu mejor momento, busca ayuda, deja que te ayuden, muchas veces necesitas de otro para salir de ahí. Y eso lo veo con la maternidad, que es tan difícil, yo me doy cuenta de que, aunque uno es una mamá presente y uno asume la responsabilidad, no sería buena madre si no tuviera al lado, no solo a mi esposo, sino a mi grupo de amigas que me apoyan. Soy demasiado creyente de que el equipo es todo.
Subirme a un escenario y hacer reír es lo mejor que me puede pasar. Yo puedo estar en un momento estresante, deprimida, pero cuando me monto en un escenario se me quita todo, es catártico, es sanador. Hasta cuando me tengo que ir de gira y tengo que dejar a mis hijos, que es algo rudísimo; pero siempre me llevo los dibujos que ellos me hacen antes del viaje, son como mis amuletos de la buena suerte.
En el humor, creo que lo más importante es la autenticidad. Lo que hago siempre me gusta que sea, no solo para que me vean como alguien demasiado cómica, sino, para poner a la gente a pensar sobre determinadas cosas, determinadas situaciones de vida. Creo que ese es uno de los objetivos del humor, aunque la gente lo subestima, porque se puede ver la risa como algo banal, pero no lo es, para nada.