El inicio de mi vida profesional fue en el mundo farmacéutico, en la industria privada, con una mirada muy comercial, ejecutiva, con mucho éxito. Sin embargo, debido a los cambios que hemos atravesado en el país, entre ellos la fuerte contracción económica, yo quedé fuera de ese campo laboral.
Luego, intenté regresar sin tener éxito. A partir de ahí, cambió mi vida y, hoy día, digo, qué bueno que fue así porque creo que la vida me estaba llevando a otro lugar. Efectivamente, ese otro lugar fue comenzar a mirar mi espacio cercano, donde vivo, mi comunidad, que creo que antes no la había visto nunca.
Cuando entramos en el campo social creo que lo fundamental, nuestra mejor carta de presentación, es el lugar donde vivimos, de dónde venimos. Esto lo he aprendido con los años. Yo comencé con mi edificio, en La Urbina, con la Junta de Condominio directamente. Comenzamos siendo cinco personas, y al año logramos que toda la comunidad estuviera comprometida trabajando, sobre todo en el tema de seguridad ciudadana que nos afectaba. Emprendimos una labor comunitaria hermosa, con mucho éxito. Luego lo llevamos a toda la zona, con sus 88 edificios. Así, fundamos la Asociación Civil Urbina Alta, que aún existe y funciona. Esos fueron mis primeros pasos.
Siento que eso me dio el impulso para conectarme con la gente, con esa diversidad de personas. Entré en conexión con el Centro de Estudios Políticos de la UCAB y profundicé en las temáticas de resolución y transformación de conflictos por la vía pacífica con el uso de la No violencia. Eso me atrapó tremendamente porque dije: nosotros, los ciudadanos comunes tenemos cómo resolver las cosas sin el uso de la violencia. A la violencia recurren los que tienen las armas. Pero, nuestras armas son las ganas de transformar, las ganas de cambiar, y el poder colectivo que ejercemos todos juntos por un propósito común.
Esto me sirvió para recorrer el país dos veces y liderar una plataforma de formación ciudadana. Mi mayor placer ha sido descubrirme como facilitadora de estos espacios, en los temas de No violencia y construcción de paz.
Después, opté por dos formaciones internacionales. Primero, ingresé en el Instituto de Paz de los Estados Unidos; luego, gané una beca de Rotary International y pude ir a Tailandia a hacer un Diplomado en Resolución de Conflictos en Bangkok. Eso me llevó a generar una iniciativa personal, y digo personal porque la inicié yo, pero no significa que la he hecho sola. Ha sido un trabajo colectivo que se llama: REDiálogo, una red de mujeres constructoras de Paz que inició en el 2020, en plena época de pandemia.
En este momento, estoy al frente de, más o menos, 300 mujeres en todo el país. Hemos recorrido grupos indígenas, grupos afro, en la frontera, urbanos, populares, grupos universitarios; fortaleciendo temas como la democracia de género, el autocuidado, el bienestar de la mujer como punto de partida, porque esto empieza desde ahí, desde mirarnos hacia adentro.
Así mismo, trabajamos la comunicación para la paz, la comunicación no violenta, el diálogo, la negociación, la mediación. Para nosotros ese es un eje fundamental: El diálogo como metodología poderosísima, no solamente para resolver problemas, sino para intercambiar, para conocer, escuchar al otro en sus diferencias y sensibilizar.
La paz y el amor son conceptos difíciles, muy complejos. Tener que aceptar las diferencias no es fácil, es algo que hay que ejercitar, que aprender y que construir en el tiempo, a través de la confianza, del respeto. Además, yo no creo que la paz sea solo un punto de llegada, un objetivo; es más bien un ir y venir constante, porque implica un montón de desafíos. Para conocer la paz hay que entender la violencia, cómo ésta emerge y se naturaliza, pero también comprender que el conflicto es necesario, está por algo, el problema es cuando se violentiza.
Aún así, después de todo, yo estoy convencida de que el amor es la fuerza que mueve a la humanidad, lo mueve todo. Esa es mi principal convicción, mi principal llama, el amor por la vida, el amor que siento por el país, por este trabajo con las mujeres, por la gente. Yo aprecio mucho los simbolismos, y uno que valoro mucho son los tejidos de mandalas con los que cerramos los talleres que realizamos con las mujeres, porque creo que con cada uno va quedando una huella que las conecta y les hace reflexionar. Así, vamos fortaleciendo la red, tejiendo juntas con intencionalidad, poniendo toda nuestra energía, con sus diferentes tonalidades y formas. Y me encantaría que un día esa huella se consolide en una gran comunidad de mujeres que crean en su rol como constructoras de paz.