Cuando cumplí los diecisiete me vine a Caracas a estudiar Comunicación Social en la Universidad Católica. Venía de Valencia, Estado Carabobo. Solo vendría a probar por unos meses y si no me gustaba regresaba a estudiar Medicina. Nunca regresé, ahora tengo más tiempo viviendo aquí que allá. Además que este lugar fue para mí como un refugio. Y he sido muy afortunada porque Caracas es una ciudad muy hospitalaria para los emigrantes, tanto extranjeros como del interior del país.
Pronto empecé a trabajar en El Nacional, ahí estuve quince años. Eso definió mucho mi carrera, mi medio natural era una sala de redacción de periódicos, un lugar que, por cierto, hoy en día está casi en extinción. Era de esas grandes redacciones de doscientos y pico de personas. Un ecosistema muy peculiar donde había mucha curiosidad, gente muy informada e interesada en todo el acontecer diario en el mundo.
Yo llegué al medio donde quería estar, y allí llegué a ser Jefa de Investigación. Luego me tuve que retirar porque mis hijos entraron a la escuela y ya era más difícil para mí llevar todo. Me fui a la Editorial Planeta a hacer libros, y también lo disfruté muchísimo. Después, durante las protestas, monté el medio BusTV.
Actualmente, muchos de los medios en Venezuela están siendo manejados por emprendedores, que son los propios periodistas, y no por grandes empresarios. Estamos claros de qué medios queremos hacer y a quiénes queremos llegar. Con BusTV, desde 2017, empezamos a hacer un periodismo que es llevado de forma igualitaria entre la producción y la distribución del contenido. Desde ahí, toda mi relación con la audiencia cambió, pasó de solo informar, a comunicar.
En este proceso de dar información de manera offline, cara a cara, te acercas y hablas con un público que te está mirando, escuchando, agradeciendo, preguntando, criticando. Estás confrontando directamente el contenido con una audiencia, pero también confrontas tu propio oficio, e inclusive a ti mismo. Y eso no es algo sencillo de hacer.
El periodismo es un oficio lleno de retos, siempre está en crisis, porque todos los poderosos del mundo, sean de la ideología que sean, siempre quieren acabar con él. Todos caen en la tentación de acabar, controlar, amenazar al periodismo. Otro gran reto es despertar el instinto informativo de la audiencia, que después de la pandemia se ha adormecido un poco. Estuvimos tan expuestos a tantas noticias que la gente resultó agotada y voluntariamente decidió no estar informada, hacer una especie de detox informativo.
De hecho, con el auge de las redes sociales, se está dando un cambio social, antropológico, que es dejar de comunicarnos, dejar de encontrarnos en la calle. Y me parece que eso le deja espacios a los más radicales y polarizados. Por eso tengo esa obsesión de que la respuesta a nuestros miedos, vacíos, baches de comunicación, está precisamente en ese cara a cara, en volver a la calle y propiciar lugares donde nosotros como comunidad, seamos como ágoras naturales de encuentro, crear un lugar en el que los hijos puedan jugar fútbol con los amigos del edificio, o uno pueda sentarse a hablar con el vecino. Esa es para mí una forma de salvación del mundo
Por otra parte, en Venezuela, los medios de comunicación hemos diseñado alianzas de trabajo inéditas en el continente. Al menos desde 2014, un poco forzados por las circunstancias, lo que empezó siendo una alianza comercial, después pasó a ser una alianza más de seguridad, y ahora es una alianza editorial entre medios donde nos compartimos notas, historias, escribimos a cinco o seis manos y publicamos juntos. Esto nos ha revelado que, antes que todo, somos colegas.
El periodismo es un oficio incómodo e impertinente, en general, así que tus colegas terminan siendo también tus redes de apoyo. En cada contingencia noticiosa trabajamos en algunas alianzas ampliadas de siete u ocho medios venezolanos y extranjeros, y esas reuniones de todas las mañanas son de creación, pero también de contención. Entonces bueno, no hay lugar en el que me sienta más cómoda que en una reunión de pauta o en una redacción. Ahí es donde me siento útil, es donde veo el significado de las cosas que hago. También, ante cualquier situación, por más difícil y retadora que sea, lo que yo hago es que me atornillo al presente, trato de aferrarme al café que me estoy tomando, a la vista que tengo en frente, y también me aferro a mi Virgen del Valle que siempre me acompaña; me da paz y tranquilidad.
Me considero una privilegiada por poder hacer y vivir de eso que me configura como profesional y como persona. Me gustaría que no fuera tan difícil ejercer el periodismo, que no esté tan demonizado. Las vocerías más radicales que se cuelan en las redes sociales lo que buscan es desinformar y que la gente desconfíe de todos los medios, fomentar una sociedad de la duda. Por eso es importante defender nuestro derecho a estar informados, que también es defender el derecho a ser más libres. Informarnos no es delito; mientras se puedan tomar decisiones más informadas, uno puede ser más dueño de su vida y de su destino.